Caracas
La ETA bolivariana por Martín Prieto
Chávez suelta frases como quien lanza fuegos artificiales para tapar lo ensencial: que su régimen se acerca a su ocaso como todas las izquierdas populistas que ha dado Suramérica.
No recuerdo si en alguna oportunidad he contado alguna vez que estando en Montevideo solía elegir «La Trainera», un restaurante etarra en el barrio donde está nuestra embajada, y que por mi acento «maketo» me servían frías las cocochas. Los Tupamaros reciclados creían que ETA era uno de los suyos, hasta la iniciativa que inició Mayor Oreja de distribuir internacionalmente los videos con las barbaridades cometidas por la banda. No fue suficiente.
Ahora aparece Hebe de Bonafini como protectora de los etarras en Argentina. A Hebe le desaparecieron durante la última dictadura militar y, como suele suceder, adoptó la ideología de los desaparecidos-asesinados. Fue la fundadora de las míticas «Madres de la Plaza de Mayo», que se dividieron y entraron en conflicto con «las Abuelas», dando lugar a la sucesivas subdivisiones. Hebe acabó mucho más en la política que en la actividad justiciera inicial y no es de extrañar que confunda a los montoneros con los etarras. A la postre ambos se aficionaron a las bombas.
La reciente historia de la insurgencia armada en Iberoamérica sirve de balneario para el universo etarra. El caudillo venezolano-bolivariano, Hugo Chávez, llegó a decir en sus maratones televisivas que Venezuela no limitaba al oeste con Colombia, sino con las FARC.
Es un chinchorrero empeñado en molestar a alguien cada vez que habla y sube el pan. Su embajador en Madrid, Isaías Rodríguez, ha acusado a nuestra Guardia Civil de interrogar bajo tortura. Se ha pedido su expulsión, pero ése no es el método. Es un hombre de hierro de Chávez y su pasado es tenebroso como Fiscal General. El error fue nuestro al otorgarle el plácet. En Caracas, un conspicuo etarra trabaja para el Gobierno venezolano, expropiando tierras a tiempo parcial y luego da clases de terrorismo. Está casado con una venezolana: la jefa de prensa del Ministerio de Agricultura. A ver cómo podemos extraditar a este pajarraco.
En Venezuela estamos cogidos por el dinero y esa extraña simpatía de Zapatero por las políticas extravagantes. Venezuela es la tercera provincia canaria y ya han comenzando a robar las haciendas a los españoles. Nuestras primeras empresas tienen allí invertidos miles de millones de euros, aunque Chávez ya se ha quitado de encima al solvente Banco de Santander. Al chocarrero le vendemos armas ofensivas como aviones y destructores, con el consiguiente enojo de los EE UU, que les obliga a despojarlos de la tecnología de punta que no disponemos y nos impide traspasar a Caracas. El gusto por las frases de Hugo Chávez, efectistas, nos hace hablar de que un nuevo eje del mal está en estertores. Pierde votos pese a una oposición amedrentada.
Rafael Correa –presidente de Ecuador– ha regresado de la muerte y Ecuador trastabilla; en Argentina, el matrimonio Kirchner, no puede ganar las próximas elecciones, ninguno de los dos. La Dinastía Castro despide a medio millón de funcionarios en aras de la revolución y hasta el Comandante Ortega en Nicaragua se ha convertido al catolicismo, para amigarse con la Iglesia Católica.
Bolívar murió como una rata abominando de su hazaña contra la madre patria y afirmó: «En América sólo cabe exiliarse o morir». Y el general San Martín acabó ofreciendo su espada a Fernando VII, como Coronel de Caballería. El «chavismo» tiene el mismo futuro que el esperanto.
ECONOMÍA PARA TODOS
Me pasea a mi perra Blondy una amiga de 82 años que vive sola, de alquiler, con una pensión de 325 euros mensuales. Sospecho que rebusca en los contenedores de basura de supermercados y restaurantes. El Gobierno esto no lo visualiza, porque la macroeconomía no duele. En un diálogo de sordos los políticos no se acuerdan de las pensiones, es seguro que las cobraremos más tarde y con buena merma. El Fondo Monetario Internacional, junto al Banco de España nos pronostican un infierno mientras la ministra Salgado toca a arrebato con unos crecimientos espectaculares. Lo mío ya lo sé: acabaré paseando perros por el Retiro.
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