Nueva Orleans
El huracán que se llevó a Bush
La imagen del ex presidente quedó tocada por su gestión del «Katrina»
A George W. Bush le iban muy bien las cosas hasta aquel 30 de agosto de 2005, cuando un huracán de categoría 3, reclasificado a depresión tropical, devastó la ciudad de Nueva Orleans en un abrir y cerrar de ojos, y dejó casi dos millares de muertos, 150.000 desplazados y cuantiosos daños materiales, que se calcula que ascienden al menos a 75.000 millones de dólares. El nombre del huracán, «Katrina», nunca se borrará de la memoria de los norteamericanos, como tampoco se borrará la impresión de parálisis que dio la Administración Bush en aquel momento.
Mientras los saqueos se generalizaban, los afectados no encontraban refugio y los estallidos de violencia se extendían, tanto negros como latinos sintieron en sus carnes lo que calificaron como racismo a la hora de recibir ayuda de las autoridades federales.
La magnitud de la catástrofe fue tal que un año después del suceso apenas había regresado la mitad de la población y la reconstrucción prácticamente no había comenzado. Los diques, causantes de la tragedia por sus defectos estructurales, sí habían sido reparados. Pero eso era lo único que se encontraron los habitantes de la ciudad. La Casa Blanca, que hasta ese momento había disfrutado de una excelente comunicación, había fracasado. El mayor desastre natural de la historia de EE UU fue también el mayor desastre político sufrido por George W. Bush y, de rebote, por el Partido Republicano.
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