Berlín
Keith Lowe: «El comunismo fue la peor herencia de la Segunda Guerra Mundial»
En «Continente salvaje», el autor disecciona el caos de represión, limpiezas étnicas, venganzas y la degradación moral que vivió Europa tras la contienda«Continente salvaje»Keith LoweG. Gutenberg560 páginas. 26,50 euros
Más de 50.000 niños vagando por las calles de Berlín, convertidos en pequeños salvajes, ejerciendo saqueos y utilizando la violencia indiscriminada, violaciones en masa a las mujeres, entendidas como un acto de guerra, los supervivientes judíos volviendo a sus ciudades de origen donde seguían estigmatizados, la ira comunista extendiéndose por toda Europa Oriental, el auge del nacionalismo más excluyente en los países invadidos, matanzas, hombres y mujeres que ejercían la violencia con una naturalidad propia de la degradación moral a la que habían sido sometidos… Entre 1945 y 1949, tras la II Mundial, Europa se convirtió en un continente sin ley. Así lo describe el historiador Keith Lowe en su ensayo «Continente salvaje» (Galaxia Gutenberg), que acaba de publicarse en nuestro país.
-Oficialmente la Segunda Guerra Mundial concluyó en 1945. ¿Para usted cuándo finalizó?
-En realidad el conflicto no acabó hasta mediados de los noventa del siglo pasado, cuando lograron la independencia los países bálticos. Tampoco es una idea afortunada poner una fecha final a algo tan tremendo. Quizá podemos definir como etapa de transición hacía un conato de paz el principio de la Guerra Fría, en 1947, pero como se puede comprobar, ese periodo también iba acompañado del término guerra. O sea que…
-Usted insiste mucho en que una de las peores consecuencias de la contienda fue la degradación moral de los supervivientes.
-La destrucción física de las ciudades es evidente, pero no se ha puesto mucho empeño en valorar lo que sucedió después de la II Guerra Mundial, de la destrucción en el plano moral. Todos los pueblos de Europa habían vivido durante la contienda una violencia extrema, hasta el punto de que ésta ya se veía como un hecho normal y se ejercía con naturalidad. La habían interiorizado. Es interesante señalar que esto sucedió también en las partes de Europa que no se vieron directamente implicadas en la guerra. Suecia fue un país neutral y, sin embargo, la tasa de criminalidad se triplicó durante el conflicto y años después. Recuerdo muy vivamente el testimonio de un corresponsal británico que estaba en Hannover tras la contienda. Tuvo la ocasión de ver un saqueo en una fábrica de picaportes. Todos se pegaban. Un hombre tiró al suelo a una mujer y le pateó la cabeza hasta matarla para quitarle los picaportes. Cuando lo logró, anduvo unos cuantos pasos por la calle, miró los picaportes y los arrojó al suelo como pensando: «¿Para qué quiero yo esto?». Es un ejemplo de la violencia gratuita e indiscriminada que se vivió en aquellos años.
-Mujeres crucificadas en iglesias de Polonia, violaciones en masa en el Este, las mujeres ejercían la prostitución en Nápoles a cambio de latas de comida de los soldados. ¿Cómo se puede entender la situación de las mujeres tras el conflicto?
-Lamentable. Psicológicamente hay una especie de identificación que se hace entre la mujer y el país. A fin de cuentas se habla siempre de la madre patria. En muchos casos, la invasión por parte de quienes la ejercen, y muy especialmente el Ejército soviético, se simboliza mediante la violación. Es como si representasen la profanación del país a través de la violación de sus féminas. Las mujeres de Alemania, Polonia y Hungría sufrieron terriblemente durante la ocupación del Ejército Rojo.
-Y en Francia eran humilladas públicamente por sus propios compatriotas…
-Salvo la Resistencia, durante la ocupación los hombres no estuvieron en situación de luchar, se resignaron a ver cómo se invadía el país. Esto propició la representación de la Francia ocupada como algo femenino: no sólo había sido invadida, también se ha había entregado como muchas francesas hicieron lo propio con los soldados alemanes. Eso emocionalmente se entendió como un adulterio a la nación. Después de la guerra era muy importante restaurar el orden patriarcal y se vengaron de ellas públicamente, en las plazas, les rapaban las cabezas y las desnudaban con el consentimiento de los nuevos dirigentes. Las veían como enemigas de la patria, tanto como los propios alemanes.
-Para los judíos la guerra no terminó con la caída del Tercer Reich...
-Una de las grandes mentiras de la Segunda Guerra Mundial es que sólo los alemanes odiaban a los judíos. Evidentemente fueron los que ejercieron la violencia más sofisticada sobre ellos, pero también eran mal vistos en otros países ocupados como Hungría, Polonia, Checoslovaquia y no hablemos ya de la actual Ucrania y la antigua Unión Soviética. Después de tanto sufrimiento se esperaba que fuesen recibidos en sus lugares de origen, si no con honores, sí con respeto. No fue así. Sus propiedades fueron distribuidas entre la población y ésta no tenía ningún interés de que volviesen. Hubo muchísimas situaciones de tensión y actos de gran violencia para asustarlos. Los supervivientes ya no tenían sitio en Europa.
-Especialmente trágico en estos años fue el desplazamiento de los alemanes que habían sido enviados por el Reich para «colonizar» los países ocupados.
-Pero no sólo se dio el caso de los desplazamientos de esos alemanes, que como usted comenta fueron trasladados a otras zonas. También lo padecieron y de forma extremadamente cruel los alemanes que habían vivido durante siglos en unos emplazamientos específicos en Polonia, Hungría y Checoslovaquia. Fueron confinados en campos de concentración y después expulsados. La migración forzada de las personas de origen alemán resultó la más numerosa que ha conocido la historia. Estamos hablando de entre 12 y 14 millones de personas devueltas a una Alemania, que, por otra parte, era más pequeña y cuyas ciudades estaban totalmente destruidas. No fueron bien recibidos. Además, hablaban un alemán con un fuerte acento, por lo que eran fácilmente identificables. La consecuencia directa es que sufrieron persecuciones y palizas.
-¿Se puede decir que la peor herencia de la Segunda Guerra Mundial fue la implantación masiva en Europa Oriental del comunismo?
-Sí, fue el efecto que ha tenido mayor duración en el tiempo y el que trajo las peores consecuencias. En algunas zonas de Europa Oriental, la guerra no terminó en 1945. Podemos hablar de los estados bálticos donde en realidad, el conflicto no se dio con la invasión alemana y si con la posterior ocupación soviética. Esta invasión no finalizó hasta la década de los noventa. Más allá de la brutalidad, el comunismo estalinista no se puede comparar con nada. No sólo controlaba los gobiernos y los ejércitos, también controlaba el pensamiento de los individuos. Fue una invasión psicológica absoluta con unas consecuencias terribles.
El relevo llega a los historiadores británicos
Nacido en 1970, Keith Lowe (en la imagen) es considerado uno de los más destacados nuevos historiadores británicos. «Infierno», publicado en 2007, describía con la precisión de un cirujano el bombardeo de Hamburgo. Fue muy celebrado por la crítica, como también lo ha sido «Continente salvaje». Además, es escritor de ficción y un habitual en las tertulias de las cadenas de televisión del Reino Unido y Estados Unidos.
Yugoslavia Cercenada
Según Lowe, Yugoslavia fue uno de los países más castigados en la guerra y la postguerra. La Segunda Guerra Mundial se vivió en Yugoslavia como una guerra civil en la que se ejerció la limpieza étnica sin ningún escrúpulo, además de los conflictos religiosos. «Estaban tan dispuestos a matarse entre sí como a matar a los ocupantes extranjeros. Los ustachas, un grupo político de extrema derecha croata, asesinaron a 592.000 serbios, musulmanes y judíos. Posteriormente, los partisanos serbios ejercieron una represión indiscriminada». Lowe cree firmemente que ahí estuvo el embrión de la guerra de los Balcanes de los 90: «Los símbolos y el lenguaje más abyecto de la Segunda Guerra Mundial se recuperaron potenciados por un significativo aumento del odio racial y un sentimiento de venganza».
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