Consejo de Ministros

Corrillos espantadas y la enmienda de la RAE

Nada de lo que se vió ayer en el Congreso y sus alrededores es habitual. Ni todos los días se reforma una parte de la Constitución, ni los alrededores del Palacio están blindados con decenas de furgones policiales, ni mucho menos PSOE y PP llevan a la Cámara una iniciativa conjunta. Lo más sorprendente, pese a todo, no fue lo anterior, sino los numerosos corrillos que se formaron en la hemiciclo cuando el presidente Bono interrumpió por cinco minutos -que luego fueron 35- para ordenar la votación de las enmiendas

Rajoy, «muy contento»: Mariano Rajoy, que ayer mantuvo una intensa conversación con la vicepresidenta Elena Salgado, se mostró «muy contento» tras aprobarse la reforma.
Rajoy, «muy contento»: Mariano Rajoy, que ayer mantuvo una intensa conversación con la vicepresidenta Elena Salgado, se mostró «muy contento» tras aprobarse la reforma.larazon

Ahí empezó el inédito espectáculo. Carreras de un escaño a otro, trasiego de papeles, intercambio de documentos. Todo para que CiU se acercase aunque sólo fuese en parte a la reforma consitucional. Así, se pudieron ver escenas como la de la ver la popular Sáenz de Santamaría, embarazada de siete meses, bajar a toda prisa desde su escaño al del Duran Lleida con una propuesta de transacción; al catalán Josep Sánchez Llibre acercarse al sitio de Rubalcaba y Alonso para consultar un penúltimo cambio o a Rajoy y Salgado en el centro del hemiciclo conversando amigablemente. Zapatero, el más impasible. Parecía que aquello no iba con él. Rubalcaba, con la asistencia de Fernández Marugán y José Antonio Alonso dirgía el «cotarro» de los suyos. Aquello, para unos, era lo más parecido a un mercado persa; para otros, la democracia misma a la vista de todo el mundo. Media hora de carreras y documentos cruzados lograron un acuerdo «in extremis» que Llamazares truncó por lo sano, pero con el Reglamento en la mano. Luego, la llamada a votar y otra vez las carreras. Esta vez para ausentarse del pleno. Más de una veintena de diputados de la izquierda minoritaria corrían pasillo abajo antes de que los ujieres les cerraran las puertas. ¿Y la guinda? Como siempre, llegó con Bono y una advertencia de que en el texto parecía haber un error gramatical, que lo había consultado con el director de la RAE y que le había dado la razón. Así que a vuela pluma el manchego cambió una preposición (un «al» por un «con») que los diputados aceptaron por asentimiento antes de votar.