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El Constitucional y la antropología por Martín Prieto
El Tribunal Constitucional ha retorcido un párrafo constitucional sobre el matrimonio de hombres y mujeres leyéndolo en los cerros de Úbeda y despeñándose por la igualdad entre los sexos corriendo la tinta de la textualidad haciéndola abstrusa, profunda y difusa. Noticias prehistóricas no se tienen sobre este, al parecer, complejísimo asunto, pero desde que se tradujeron los manuscritos cuneiformes se sabe que varones y mujeres matrimoniaron por la necesidad biológica de la reproducción. También se conoce desde Sodoma a la isla de Lesbos que homos y lésbicas hicieron de su sexo un sayo sin que sus sociedades se alarmaran. Aunque ahora parezca una moda transgresora, la homosexualidad es más vieja que el Mediterráneo. A Julio César le preocupaba el poder y su calvicie, no que le señalaran como el marido de todas las matronas romanas y la esposa de todos sus generales. Otrosí, Alejandro el Magno o los gustos de Leonardo da Vinci y las apetencias de Miguel Ángel Buonarroti. Pero no competían con el matrimonio familiar y antropológico. Rodríguez Zapatero repitió que imponía «matrimonio» a la unión homosexual y a Rajoy le dijo en Cortes que se trataba de amor, cursilería legislativa que hace buena la definición de Ortega: «Es un estado de alteración mental transitoria». ¡Qué vamos a esperar de un hombre que en su caída política dijo que su mayor logro había sido el matrimonio gay! La iniciativa no fue socialista sino del PP, que dejaba a la discusión llamar a este engarce unión civil, pareja de hecho, etc. La sociedad no ha evolucionado como cree el TC, experto en crear problemas donde no los hay, y a los españoles el arcoiris les importa una higa. Hemos tenido ministros gay y a nadie se le ha ocurrido una chocarrería, y en los medios audiovisuales sólo se hacen ricos y famosos los de la otra acera antropológica. Jacinto Benavente tropezó con un patán: «No le cedo el paso a un maricón». «Pues yo sí», contestó al Nobel apeándose del bordillo. Como es cuestión de amor llegaremos a legalizar la zooderastia, porque los afectos entre amo y perro sí que son indestructibles.
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