Estreno

Crítica de cine / «Habitación en Roma»: Sólo dos mujeres

«Habitación en Roma»: Sólo dos mujeres
«Habitación en Roma»: Sólo dos mujereslarazon

Dirección y guión: Julio Medem. Intérpretes: Elena Anaya, Natasha Yarovenko y Enrico Lo Verso. Fotografía: Álex Catalán. España, 2010. Duración: 109 minutos. Drama romántico.El humanista del Renacimiento Luis Battista Alberti aparece en uno de los cuadros que decoran la habitación romana donde dos mujeres descubren el verdadero significado del amor en la última película de Julio Medem. Alberti creía que un artista debe saber cuáles son los objetivos y los límites de la representación; debe saber, en definitiva, qué quiere contar y cómo quiere contarlo. En la escena inicial, Medem sitúa la cámara en el balcón de la habitación donde se desarrollará la acción, como si un voyeur se hubiera escondido en ella, ofreciéndonos la perspectiva cenital de un demiurgo que quiere satisfacer sus fantasías de lúbrico heterosexual o de un querubín con forma de Cupido que disfruta disparando flechas que rompen corazones. Nunca sabemos, pues, cuál es el punto de vista que guía este «soft core» con ínfulas cultas que habría hecho las delicias de Just Jaeckin o David Hamilton en los infames tiempos de la clasificación S, si el del internauta adicto al Google Earth que ha visto demasiadas veces «Bilitis» o el del ser angélico que tiene una o dos cosas que decir sobre el sexo como camino más recto hacia la sabiduría amorosa. Sólo sabemos que Luis Battista Alberti habría regañado a Medem por una película que, al contrario que «En la cama», su base inspiradora, siempre está por encima, engolada, del desnudo, interno y externo, de sus personajes.Huelga decir que Medem sabe filmar las escenas de sexo, de lo mejor del filme, y que sus dos protagonistas femeninas están entregadas completamente a la causa. El problema es que el juego de seducción de éstas, que pretende ser una reflexión sobre la necesidad que todos tenemos de reinventarnos y convertirnos en Otro –la necesidad, en fin, de fabular– cuando nos enamoramos, concentra, de un modo hiperbólico, todos los defectos del cine de su autor, ya muy presentes desde «Lucía y el sexo», a saber: confundir la cursilería con la poesía (difícil enumerar una de tantas frases lapidarias), la profundidad con la banalidad y la excentricidad con lo ridículo (los cantos de Enrico Lo Verso).