Berlín

La clásica doma por Ángela Vallvey

La Razón
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El pasado agosto fue un mes terrible. Y eso que entonces la Prima de Riesgo aún no soñaba con alcanzar siquiera los 400 puntos. El pánico, sin embargo, marcó máximos en casa del sufrido contribuyente. Todos nos levantábamos por la mañana en un puro aullido, con el corazón encogido y hecho un guiñapo, temiendo que de un momento a otro entrasen por la puerta unos hombres de negro enmascarados que robarían de sus cunas a nuestros primogénitos. Ni las madres de Judea que vivieron en tiempos de Herodes pasaron más miedo del que sentimos los españolitos el agosto anterior. Aquello fue un sinvivir. El calor apretando, los cuatro enredadores que se quedan todos los agostos haciendo operaciones en Bolsa, ZP que ya empezaba a mostrar cara indispuesta, como si hubiese sido llamado a contactar con el mundo espiritual, pero desde luego no con éste… Desde Berlín y Bruselas tiraban del bocado de brida de España: nos estaban sometiendo a la disciplina de la doma clásica presupuestaria. Y en ello continúan. O sea, la doma clásica de la Prima de Riesgo. Un método que consiste en entrenar a los caballos desbocados del déficit europeo, como España, mediante un adiestramiento sistemático, inflexible y estricto que logra que el caballo insensato del déficit español se atenga a las órdenes del jinete berlinés y se vuelva tranquilo, maleable, ligero, confiado y respetuoso de las órdenes de dicho jinete, llegando a formar con él un binomio ideal. Y aunque no se puede negar que el jinete tiene más cabeza que el caballo, el que sufre los palos correctivos siempre es el caballo, y eso duele.

Este agosto es tranquilo comparado con el anterior. Los contribuyentes, al menos, estamos domados. Y acostumbrados a pastar en el abismo, que ya no impresiona a nadie.