Europa

Bruselas

«Gipsy»

La Razón
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Sarkozy es descendiente de magiares trufados de sangre gitana, su anterior mujer era una Albéniz, de origen español y prima de Ruiz Gallardón, y la actual, la «prostituta» –según la Prensa iraní–, Carla Bruni, es italiana. No se sabe a qué obedece el furor xenófobo que ha infectado al pequeño galo para pretender fumigar Francia de gitanos búlgaros y rumanos en lo que se está convirtiendo en la primera deportación masiva en la UE. En el mundo anglosajón «gipsy» (literalmente, gitano) es sinónimo de gracia y desenfado, y en Europa se nos ha olvidado que poblaron Auschwitz o Mauthausen como raza perseguida, y eso que provienen de la India, útero de la idolatría nazi. Son sincréticos del catolicismo, aunque están derivando a confesiones evangélicas, y el Vaticano ha dado la alarma antes que Bruselas.
Los grandes desórdenes públicos en los cinturones de París fueron obra de jóvenes desesperados de origen magrebí o subsahariano. Los gitanos no están en el crimen organizado, en los atracos o en el narco, aunque sí en el trapicheo, en la pobreza y en la desconexión social, pero acoplan su romaní al país que habitan. Sólo necesitan la escolarización obligatoria sin forzar sus costumbres. Francia, secular tierra de asilo, está procediendo contra una raza, limpiándose la mala conciencia con 300 euros por expulsado. Cuando Gadafi augura una Europa islámica ante modelos a las que promete las delicias del velo y cien millones de musulmanes esperan en Turquía su ingreso en la UE, a Sarkozy sólo se le ocurre deportar a los zíngaros. Carla Bruni le está sentando mal.