Amnistía fiscal

La moral ese dividendo por José Luis Alvite

La Razón
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No hay que sorprenderse de que el presidente Obama se haya posicionado a favor de las bodas entre homosexuales. Ni hay que rasgarse tampoco las vestiduras porque un amplio sector del partido republicano opine lo contrario. Tampoco sorprende la actitud relativamente ambigua de Mitt Romney, que ha evitado pronunciarse con una claridad que resulte demasiado rotunda. Puede que tengan razón quienes sostienen que lo que de verdad preocupa al electorado es la situación económica. En el caso de los Estados Unidos es de perfecta aplicación la idea de que se trata de un país complejo, una mezcla de razas, religiones y culturas que conviven en sorprendente armonía a pesar de la histórica raigambre de cierta intransigencia moral. La pena de muerte fue abolida en algunos estados y permanece vigente en otros, igual que en determinadas circunscripciones se considera delito sexual una conducta que en el condado contiguo puede ser un simple capricho. Lo que rige por igual en todo el territorio es el significado emocional y cultural del dinero, reflejo de un espíritu competitivo en el que no es inimaginable que un gobernador conmute una pena capital por presumir que la ejecución de un reo en la silla eléctrica podría perjudicar la cuenta de resultados de la penitenciaría del estado. Al final tendrán razón los analistas que consideran que en una sociedad tan pragmática como la norteamericana, la conciencia suele tener menos importancia que la liquidez. En ese caso, Obama habrá acertado en su apuesta. A fin de cuentas, de lo que se trata es de normalizar en el registro civil lo que ya era normal en la cabeza, en la cama y en el baño. Sólo es cuestión de acostumbrarse a que tu chica se llame Moncho.