Jubilación

JMJ: alta rentabilidad

La Razón
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Desde que Juan Pablo II inauguró los viajes apostólicos, cada uno ha estado precedido por los tópicos: la seguridad, la frialdad con que se recibirá al Papa, la incertidumbre acerca del eco de ese viaje y, por supuesto, el coste, apelando al hambre en el mundo y los miles de personas que podrían comer con ese dinero.

Nada más bajar el Papa del avión, todos esos tópicos se diluyen y la realidad se impone: las gentes acuden a miles, a millones, y deja su impronta. En cuanto al coste me gustaría que alguien me dijese qué acto que reúna a millones de personas tiene un coste cero: todo en esta vida cuesta dinero. Más que el coste, la cuestión es si merece la pena, si es rentable.

Cuando se vea lo que supone una JMJ en vivo estas polémicas desaparecerán y con el tiempo veremos la verdadera ganancia: jóvenes que descubren su vocación, decisiones de cambio de vida, de entrega a Dios, etcétera. En cuanto a la otra rentabilidad, si no se obtiene ganancia de más de millón y medio de peregrinos, aunque vengan con sacrificio y casi con lo puesto, es que no hablamos de austeridad sino de que los empresarios madrileños deben dedicarse a otra cosa.

Y por último el gasto público. Son los asistentes quienes costean la Jornada Mundial de la Juventud; los gobiernos central y autonómico reconocen que para ellos será cero y la organización ya lo ha explicado por activa, pasiva y hasta por perifrástica: sólo falta dejarse informar.