China

En busca de psicólogo por Joaquín Marco

La Razón
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Este país necesita un buen psicólogo, porque la depresión colectiva está convirtiéndose en endógena. Hay que admitir lo que cuesta descubrir una buena noticia, algo que aliente al personal y que no trate de justificarse con alguna pastilla que, por el momento, de nada sirve. Esta crisis desarbolada deja exhausto a cualquiera que pretenda entenderla y descubrir alguna solución. Hasta los pensionistas andan desmelenándose, porque el 1% de incremento llega acompañado de una subida de impuestos y gastos desorbitados. No sólo suben las tarifas del agua, sino que se nos prometen sacrificios de todo orden: habrá que pagar hasta por respirar. Y, además, queda prohibido caer enfermo hasta por lo menos el año 2015 y a ver quién se atreve a pedir alguna receta con las vueltas que da el repago. Todo parece que se tambalee y hasta se nos ha agraciado con las simbólicas imágenes del desastre marítimo de la muy pretenciosa nave escorada en la costa italiana. También Europa tiende a navegar peligrosamente y aún andamos aburridos ya con la deuda griega, aunque ahora se trate de la banca privada y la quita, pretendiendo otros dilatar el pago de las deudas y algunos exigiendo su cobro inmediato. La vieja Europa desafina. Nada va a ser igual, se nos dice, cuando se salga de la crisis, aunque los jóvenes se habrán convertido en ancianos sin pensión y los ancianos colgarán malvas.

El psiquiatra que necesitamos debe ser experto en depresión de países, continentes, mundos y universos. Algún pecado debió cometer el ser humano para desarrollar una psicosis que desemboca en el terror. Ciertos economistas la califican de mercado. Pero éste no puede ser tan poderoso. Cabe admitir que algún país anda mejor que otro, que cierta empresa obtiene beneficios, que un determinado grupo ni se entera de lo de la crisis o la aprovecha en su beneficio y se incrementa, como se asegura, el lujo en ocasiones asiático. Venimos del seiscientos y de un mediocre pasar. Pero los augures ya anuncian paro desbordado, más y más sacrificios germanos, menos recursos: más sangre y lágrimas, aunque escaso sudor laboral. Los países latinoamericanos, que parecían haber sorteado los desastres, comienzan a tentarse la ropa. Si Europa anda en «su» crisis y los EE.UU. en lo de siempre, las esperanzas del sur del continente americano se oscurecen. Nos queda China. Porque ni Gran Bretaña, alejada del euro, logra reponerse. De modo que el psiquiatra que necesitamos no sólo debe hablar español, sino que ha de ser políglota. A nuestro Gobierno, recién estrenado, le vendría bien realizar un curso acelerado que pudiera permitirle ofrecernos alguna esperanza. Ya sabemos que nunca nos mentirá. Rajoy, nos pone como ejemplo, ay, al Portugal intervenido. Tampoco es bueno exagerar dada la susceptibilidad colectiva.

Se debería dictar un decreto ley prohibiendo dar publicidad a las malas noticias, aunque sin llegar a la censura. Esta página, por ejemplo, no debería ver la luz. Intentar que los lectores se interesaran por cómo anda el invierno más seco de los últimos años, aunque habría que valorar, a cambio, los espectaculares días soleados o esta desertización que combinamos con el trópico. Hicieron bien aquellos ayuntamientos que inundaron las calles de palmeras. Si añadimos a ello las terrazas cubiertas de bares y restaurantes para fumadores nos vamos aproximando al exotismo que tanto valoran los turistas, gracias a los que lograremos salvar, al menos, parte de la triturada economía. Y, puesto que nadie está a favor del paro endémico, sería bueno que, como ya se ofrece a algunos periodistas, en lugar de deleitarse en el ocio, ejercieran gratis algún trabajo. Cinco millones de seres laborando sin coste alguno podrían resolver algún problema de la situación innombrable. Creo que los psicólogos sociales estarán de acuerdo en que hay que distraer al personal y prohibir cualquier manifestación pesimista. Si hay algo que no funciona, la culpa será siempre del que lo denuncie e incrementar los encuentros futbolísticos del Real Madrid y el CF Barcelona. Parecen pocos, dada la situación crítica y mental de nuestros conciudadanos. Ni un día sin fútbol, ni una televisión, todas privatizadas, sin series. Y, a poder ser, más anuncios de productos que no puedan adquirirse; por ejemplo, los nuevos modelos de los más caros automóviles. La salida de esta situación incómoda cabría convertirla en virtual. Los políticos deberían sustituir en ocasiones a los psicólogos: Merkel lo hace y convierte la Europa disciplinada y en formación de desfile en un proyecto que da mucho juego. Pero, tal vez convenga más especialización, otros recursos. Descubrir, por ejemplo, en concursos nacionales o locales alguna esperanza en quién sabe qué. Que no suceda como en nuestro vecino y fraterno Reino de Marruecos, donde unos jóvenes han fallecido quemándose a lo bonzo por no encontrar un trabajo público, pese a su formación. Pero si los bancos se hacen con algún dinero, todo irá a mejor. Al fin y al cabo, la crisis puede reducirse a esto: menos dinero para muchos y más para pocos, cosa de psiquiatras.

 

Joaquín Marco
Escritor