Hostelería

Comerciantes vs vendedores

«Susana, tráeme una lata». Ésta es una de las frases más escuchadas en una de las plazas más castizas de la capital: la Plaza del Dos de Mayo. Susana, famosa vendedora ambulante de origen asiático conocida en la plaza por todos puede llegar a vender en treinta minutos una media de 10 a 15 cervezas, por lo que el negocio está asegurado. Pero Susana no está sola.

Comerciantes vs. vendedores
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Numerosos vendedores ambulantes, al grito de «coca-cola, cerveza», deambulan por la zona buscando clientes desde primera hora de la tarde hasta bien entrada la noche. A partir de las 18:00 horas se empieza a llenar de padres acompañando a sus hijos para que jueguen en la zona infantil y correteen por la plaza. Además numerosos jóvenes se acercan hasta allí para disfrutar de la tarde madrileña.
Esta situación ha sido aprovechada por estos lateros para llevar a cabo su negocio, poniendo «en jaque» a los bares y terrazas de la plaza, puesto que suponen una competencia a la que de momento no pueden hacer frente. Ante esta situación, el perfil de la persona que acude a estos vendedores ha variado. Ya no son sólo los jóvenes, sino que también numerosos padres apoyan esta iniciativa: «Los precios de las terrazas son muy altos y los chinos acuden al mismo sitio donde tú estás. Es cómodo y barato», declara Ángel, padre de familia que acude de manera habitual a la plaza junto a su mujer e hijo. Para la juventud, también supone una oportunidad para poder invertir su dinero de manera más económica.
«Me parece muy bien que esta gente venda por un euro lo que a escasos cinco metros te pueden vender en una terraza por un precio casi triplicado», afirma Tomás, un joven parado residente en la zona. Y es que por cada euro que cuesta la lata de cerveza, en cualquier terraza de la plaza puede llegar a costar en torno a los 3 euros. Los comercios de la zona están cansados de esta situación. Afirman sentirse muy perjudicados con esta competencia contra la que afirman luchar desde hace mucho tiempo. «Aquí el cliente se sienta, se le atiende y se le trata con respeto. Nosotros además pagamos impuestos y luchamos por mantener nuestro negocio. Esta gente nos está perjudicando, y mucho», afirman en el Café Malabar, situado en esta castiza plaza. La mayoría de los comerciantes critican además el acceso que pueden llegar a tener los menores para adquirir alcohol a través de estos vendedores.

De la noche a las tardes de verano
Varios comerciantes de la plaza coinciden en afirmar que los extranjeros suponen una ayuda «anti-lateros». Son muy pocos los foráneos que acuden a los vendedores ambulantes antes que a las terrazas de los bares. «Sí es cierto que los lateros nos quitan clientes pero con la presencia de extranjeros se compensa en cierta manera. El problema empeorará si esta práctica se extiende al otoño o primavera, cuando su presencia será mucho menor», afirman fuentes del bar «Pepe Botella», ubicado en la plaza. La presencia policial en la zona suele ser habitual, pero nada pueden hacer las autoridades si en el momento en el que acuden, los vendedores escapan en menos de un minuto. Numerosos menores son testigos de esta actividad, por lo que el acceso a la misma es fácil. «La Policía viene y hace lo que puede, pero no es fácil. Es un problema», afirma un vecino. Por otro lado, el suministro de alcohol por parte de estas personas incita al ya popular «botellón», dejando la zona con enormes cantidades de basura.