Feria de Bilbao
Julio Aparicio: «Antes se cargaba mucho más la suerte que ahora»
El torero de dinastía compara el actual momento de la Fiesta con su etapa
Desde sus tranquilos aposentos en el campo, Julio Aparicio vela ya las horas para que el próximo 15 de mayo llegue el esperado regreso de su hijo a Madrid tras la gravísima cornada sufrida hace dos años. Siete puertas grandes en Madrid coronan una trayectoria de lujo que ha encontrado la paz y el sosiego alejado de los focos y el bullicio de esa Madrid en la que se coronó figura del toreo.
–Ya despunta otro San Isidro más. ¿Qué le parecen los carteles?
–Bien. No tengo muy al día las combinaciones, sólo tengo claro que mi hijo torea el 15 y el 29 de mayo, pero seguro que un año más San Isidro no defraudará. Estará a la altura de lo que se espera de la primera feria del mundo.
–Sin embargo, se echan de menos algunas figuras: los Ponce, Juli, José Tomás y compañía.
–Bueno, eso no me corresponde a mí valorarlo. Es problema de la empresa. A final de ciclo, habrá que sentarse y valorar si les ha salido rentable o no prescindir de tres figuras del toreo.
–¿Qué ha cambiado en la forma de torear con respecto a su época?
–Mucho. Para empezar, hablamos de generaciones completamente distintas. Actualmente, se ha creado otra forma de torear.
–Dicen que se torea ahora mejor que nunca...
–El concepto es diferente, antes se cargaba más la suerte, se echaba más la pata para delante, como se solía decir. Hoy, el toreo es mucho más perfeccionista, estético, en multitud de casos.
–Y sin embargo en los últimos años hay cornadas más graves que en otras épocas anteriores. ¿A qué puede deberse?
–A que se están perdiendo ganaderías muy buenas. En mi época, cada tarde saltaban dos o tres toros de triunfo. Ofrecían más posibilidades a los toreros. Ahora, por lo general, los toros embisten menos en el ruedo. Atanasio Fernández, Conde de la Corte, Antonio Urquijo, la familia Galache, los Cobaleda.... Poco a poco, se han ido perdiendo tantas ganaderías... Es una pena, sobre todo, por los aficionados que están perdiendo una variedad en el juego de los toros que limita demasiado el espectáculo.
–En 2011 se nos fueron dos mitos del toreo: Antoñete y Diego Puerta. Compartió tardes con ambos. ¿Qué recuerdos tiene de aquella rivalidad?
–Más que de la rivalidad, recuerdos de una gran amistad. Luego, salíamos a la plaza y se nos olvidaban los amigos, pero había un gran compañerismo. Han sido dos pérdidas tremendas, las dos me afectaron mucho. A Antoñete le di yo la alternativa en Castellón, era un ejemplo. El modelo de toreo clásico. Puro. Diego Puerta era otro torero de los de verdad. A sangre y fuego. Todo casta y valor.
–Un mal año, también perdió a su mujer...
–Sí, lo he pasado bastante mal. La echo mucho de menos, pero no puedo hacerme más sangre, aunque me dé mucha pena, la vida sigue y yo también tengo que morirme. Antes o después, la seguiré a donde haya ido. No hay más solución.
–Siguiendo con la familia, como bien ha dicho, su hijo va dos tardes a San Isidro.
–Sí, espero que le embista un toro y nos enseñe la tauromaquia a la que nos tiene acostumbrados. Ese toreo de arte que le brota. Es de los matadores de toros que saben y todo lo hacen como lo siente.
–Vuelve además dos años después al mismo escenario de su gravísima cornada en la cara. ¿Cómo le encuentra?
–Está mentalizado a tope. Muy tranquilo. Preparado para cuajar a un toro si el ganado se lo permite. Le vi en San Agustín de Guadalix hace un par de semanas y estuvo extraordinario con uno de sus astados.
–De padre a hijo. De torero a torero. ¿Qué consejo le daría?
–Lo mismo que le deseo siempre a todos los que hacen el paseíllo en San Isidro, que tenga mucha suerte. No le pido más, a partir de ahí que venga lo que sea.
–¿A qué se dedica ahora mismo Julio Aparicio?
–Ando perdido en el campo. No tengo, ni quiero tener, mayores preocupaciones. De la finca a Madrid y de Madrid a la finca.
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