Literatura

Nueva York

Lección poética de Leonard Cohen

El cantautor canadiense llena un Palau Sant Jordi entregado a un concierto con sus temas de siempre

Leonard Cohen, anoche, durante su actuación en el Sant Jordi
Leonard Cohen, anoche, durante su actuación en el Sant Jordilarazon

BARCELONA- El Palau Sant Jordi acogió anoche la voz y la música de uno de los más grandes poetas de todos los tiempos. Leonard Cohen volvió a Barcelona tras haber sorprendido en 2009 a un público que le es extremadamente fiel y que ayer no dudó en volver a homenajear a su ídolo. Con una puesta en escena sencilla y elegante, Cohen se dispuso a repasar los temas de «Old ideas», su último y personalísimo trabajo, pero tampoco desaprovechó la ocasión para recordar algunos los éxitos que han marcado su carrera.

 Como optimista declaración de intenciones, empezó con «Dance To The End Of Love» que sonó como si los años no hubieran pasado. Cohen parecía inmortal, cantando con su profunda y maravillosa voz. Incluso se atrevió a realizar algunos contoneos de cadera. Con «The Future» siguió este camino. Con su ya inseparable sombrero fedora, y con tintes íntimos, siguió con «Bird On The Wire». De rodillas, sobre una alfombra con visos de ser persa, casi oró para elogiar al pájaro que da título a uno de los mejores temas de su repertorio.

Un poco de flamenco
La huella del flamenco se dejó notar en «Who by Fire», gracias al buen hacer en la guitarra de Javier Mas y que a alguno le podía sonar a recuerdo a Enrique Morente cuando versionó a Cohen y Lorca en «Omega». Precisamente, el poeta granadino, una de las más notables influencias del autor de «Suzanne», también fue uno de los grandes protagonistas de la velada gracias a «Take this waltz», la adaptación que el cantautor hizo de uno de los más famosos versos de «Poeta en Nueva York».

Con un público entregado a la causa de quien se presentó como alguien «encantado de estar en Cataluña», Cohen sonó como lo ha hecho toda su vida. Austero en los acordes de guitarra para los primeros temas con los que logró forjar la leyenda de su tiempo –»Sisters Of Mercy» o «Suzanne»– y lírico con los más próximos en el tiempo, gracias al buen uso y poco abuso del sonido de la mandolina y el violín.

Cohen dio una verdadera lección de veteranía, no dejándose casar con modas. Su cancionero en el Palau Sant Jordi apareció tan próximo al público como si el concierto hubiera tenido lugar en un pequeño teatro. Cuando los primeros versos de «I'm Your Man» llenaron el recinto, más de una espectadora suspiró porque él fuera ese hombre que, si fuera un médico, «examinaría cada centímetro de tu cuerpo».

Fueron casi tres horas de buena música que se hicieron cortas para muchos. Cohen, generoso y cariñoso con un auditorio al que definió como amigo en repetidas ocasiones, fue desgranando todos los pasajes de su autobiografía musical, invitando a pasear por la torre de la canción, esperando el milagro o imponiendo su mágico «Hallelujah». Además de animar a tomar Manhattan, redondeó su noche con «Save the Last Dance». Un encuentro inolvidable que hizo proclamar aquel lema de «I'm Your Fan».