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Candidato con pies de barro

La Razón
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Un hombre se precipitó por un barranco y logró agarrarse a un saliente. Desesperado, gritó: «¿Hay alguien ahí?». Una voz grave le susurró: «Hijo, soy Dios, no temas. Suéltate, que mis ángeles te cogerán y no sufrirás daño». El hombre respondió: «Muchas gracias, pero, ¿hay alguien más?». Eso me provoca el mensaje electoral del PSOE en el que unas personas escuchan por la radio lo que parece ser la proclamación de la Segunda Guerra Mundial, y se oye una voz que dice: «En momentos difíciles, es bueno saber que hay alguien en quien confiar», con una imagen de Alfredo (el que fue elegido a dedo) en una televisión.
Lleva toda la campaña acusando a Rajoy de ocultar su programa y él esconde toda su trayectoria política. Negó la crisis que se avecinaba. Asistió impertérrito al crecimiento obsceno del paro, sobre el que echa la culpa a todo vecino (literalmente). Dice que el PP llevará un informe al Congreso cada dos años sobre las pensiones (Ana Mato, con su sencillez y contundencia, le ha respondido que eso figura en el Pacto de Toledo).

Pitufo Gruñón
Pidió que no se sacara en la campaña el asunto del terrorismo y él, o sus corifeos, lo sacan a diario. Ahora revela que su fuerte es la economía, según dijo en la entrevista de Antena 3 (se ve que asistió a las clases de dos tardes). Su programa electoral tiene tantas o más ambigüedades que el de su oponente. Presumía de Maquiavelo, y terminó el debate como Pitufo Gruñón. Y, para los aficionados al lenguaje no verbal, lo que dice con esa sonrisa frailuna lo desmiente con el movimiento de los hombros y con el excesivo parpadeo. Salió a comerse a Rajoy, y terminó casi confesándole que lo va a votar el 20-N para que arregle lo que destrozó su equipo de incompetentes.