Cine

Los Ángeles

Prejuicios en la frontera

Danny Boon, director de «Bienvenidos al Norte», busca repetir éxito con «Nada que declarar»

«Nada que declarar»
«Nada que declarar»larazon

Dany Boon desea crear un nuevo género, el de los vecinos que se tiran los prejuicios a la cabeza. Si la taquillera «Bienvenidos al Norte» se cimentaba en las reservas que tenían los franceses norteños hacia un emigrado del Sur, por su acento, sus costumbres..., «Nada que declarar» explota la rivalidad franco-belga. Para que la metáfora tome cuerpo, el director debe viajar hasta la Nochevieja en que gracias a la Unión Europea se derribaron los puestos froterizos.

Este tira y afloja, con tópicos que podrían escucharse en el campo de fútbol o en cualquier bar durante el Real Madrid-Barça, ha vuelto a funcionar en Francia. Un triunfo que el actor y director debe sumar al del «remake» italiano de su anterior película, «Bienvenidos al Sur», que ha sido la cinta más vista en el país transalpino y en Estados Unidos, donde Will Smith ha comprado los derechos para rodar su propia versión hollywoodiense. «Tampoco comprendo mi éxito –nos dice con una sonrisa incontenible– .Fui el primer sorprendido de ir a sitios como Los Ángeles y que la gente se riera a carcajadas». Luego se pone un poco más serio y hasta crítico con las absurdas rivalidades que retrata: «La estupidez humana la puedes encontrar en cualquier parte», quizá esa se la primera causa de su hecho.


Mal hereditario
Esta vez se adjudica el papel de sufridor –pues actúa, además de controlar los planos tras la cámara– y es el aduanero galo que padece, frontera con frontera, a otro funcionario belga, verdaderamente enfermo de fobia a los galos. Para colmo se enamora de su hermana y comprende que el mal es hereditario, pues su futuro suegro tampoco soporta a los franceses. Para Boon ésta ha sido «una oportunidad de subrayar lo absurdo de la idea de las fronteras entre países que comparten lengua, religión, e incluso costumbres». Él, que ha sido testigo de semejantes agravios, asegura que «cuando se habla de lo propio con sinceridad –y eso implica llamar «comequesos» a los que aquí denominamos con desdén «gabachos»– puedes llegar a conmover al público de todo el mundo».