Berlín

«No me fío del cine español»

Su caso es la excepción que confirma la regla. Mientras la mayoría luchan por hacerse un nombre en España para después hacer las Américas, él se metió directamente en el meollo de la industria y no le ha ido mal.

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Su cuarta película, «Sin identidad», tras «La casa de cera», «Goool 2» y «La huérfana», es un thriller plagado de estrellas (Liam Neeson, Diane Kruger, Aidan Quinn, Bruno Ganz y Frank Langella, entre otros) que recaudó en EE UU más de 63,7 millones de dólares. Casi nada.

-Sus anteriores películas han cosechado buenas taquillas, pero ésta ha funcionado incluso mejor. ¿Se esperaba tal éxito?
-Si haces una película con este reparto, 30 millones de dólares de recaudación tiene que ser tu objetivo. En las otras nunca lo fue. 

-Normalmente los directores son incapaces de acabar los rodajes a tiempo. Sin embargo, usted terminó «Sin identidad» antes de lo previsto. ¿Cómo lo hace?
-Hubo que reducir el tiempo por problemas con las agendas de los actores. En todo caso, me gusta filmar sólo lo necesario. Me da mucha pereza un rodaje de 80 días. Sin duda, la edición en DVD va a ser muy sosa.

-El director de fotografía, Flavio Martínez, es también español.
-Somos amigos desde hace muchos años. A los dos nos gusta la estética clásica, sin trucos baratos. Es decir, el cine de toda la vida. Soy un gran admirador de Hitchcock, Polanski, David Lean... Aunque eso no quiere decir que yo ahora pueda hacer ese tipo de cine.

-¿Ningún español?
-El único que me gusta es Buñuel. Pero él era algo más que un director, era un artista. Incluso me parece una osadía nombrarlo.

-Usted que lo ve desde fuera: ¿cuál es el problema del cine español?
-Creo que hay muy buenos profesionales, pero necesita ser más internacional. Un guión de EE UU dirigido por un español tiene que funcionar bien. Otro problema es la figura del productor, que tiene que saber más que nadie. En España, se mete donde no debe y donde debe no lo hace. Yo lo aprendí todo de Joe Silver. Es lo que quiero hacer aquí: he montado una empresa para producir películas escritas en EE U para que las realicen jóvenes directores de nuestro país.

-Entonces, como director, ¿prefiere no verse dentro de nuestra industria?
-Quiero formar parte del cine español, y he estudiado proyectos con gente de aquí. Pero no me fío, y salí corriendo. Como director no me quiero arriesgar a no tener las herramientas a las que estoy acostumbrado.

 

«Sin identidad». El hombre sin rostro
Director: Jaume Collet-Serra. Guión: O. Butcher y S. Cornwell. Intérpretes: Liam Neeson, Diane Kruger. GB/Alemania/Francia/Japón/USA/Canadá, 11. Duración: 113min. Thriller.
 
 Después de haber convertido a Paris Hilton en indigna «scream queen» en «La casa de cera» y atreverse a filmar una de las escenas de seducción más pérfidas del cine reciente en «La huérfana», Collet-Serra atempera los ánimos y se pone el disfraz de competente artesano en este thriller amnésico que no tarda en revelar su filiación hitchcockiana –y polanskiana: el planteamiento de «Sin identidad» es clavadito al de «Frenético»– y que supera su condición derivativa con un accidente de coche y una persecución que quitan el hipo.
«Sin identidad» se apunta a la vieja moda de ficciones «conspiranoicas» –con atentado terrorista incluido– haciendo de Neeson un folio en blanco –la cara pálida, la expresión atosigada– que lleva interpretando desde hace demasiado en cierto cine de acción.

La irritante falta de sentido del humor de Neeson, convertido en un hombre sin atributos que ha sido suplantado por otro (o que ha olvidado que es el que creía ser), se compensa obligándole a protagonizar una colección de potentes «set-pieces» –en las que Kruger oficia de antipática mujer florero– que ponen patas arriba Berlín. El retorcido sarcasmo de Collet-Serra, que hacía de «La huérfana» una comedia de monstruosas costumbres, anima el cotarro en dos escenas que, casi imperceptiblemente, se transforman en momentos hilarantes. El cara a cara entre Neeson y su doble imposible (Quinn) es una sesión de karaoke compuesta de pruebas y reproches que riman en su asonancia. Pero, sobre todo, el enfrentamiento entre un autoconsciente Ganz, que encarna a un ex agente de la Stasi pasado de vueltas, y a Langella, siniestro ángel de la muerte, elevan la temperatura ambiente de un producto manufacturado para entretener.

Sergi Sánchez