Sevilla

«Me siento un hombre maltratado»

La ex pareja de Antonio Herrera ha recibido condena de prisión por «acusaciones inveraces». Sin menosprecio hacia las mujeres que sufren maltrato, hay algunas que denuncia por despecho 

La Guardia Civil realizó la detención. EUROPA PRESS
La Guardia Civil realizó la detención. EUROPA PRESSlarazonEUROPA PRESS

Admitidas a trámite demandas por «tirarse» una ventosidad ante su mujer, por amenazas telepáticas o por mojarla con la «alcachofa» de la ducha. No son hipérboles sino situaciones reales. Sin menosprecio o falta de apoyo hacia aquellas mujeres que sufren maltrato real, hay un número no cuantificable de féminas que interponen falsas denuncias por despecho. La última condenada por este motivo ha sido Rosario Campanario Filter, sentenciada a un año de prisión y una multa de 1.080 euros por delitos de revelación de secretos y de simulación hacia su ex compañero sentimental, Antonio Herrera. «Cada año, hay decenas de mujeres que mueren a manos de sus parejas; y muchas otras cuyas vidas se ven modificadas, alteradas y rotas para siempre, por culpa de los malos tratos.... ¿Pero qué ocurre con un hombre como yo que, de forma reiterada, durante casi ocho años, ha sido objeto de falsas denuncias por parte de su ex? Sin lugar a dudas, soy un hombre maltratado. O así me siento», expone Antonio Herrera González, después de un «vía crucis» emocional, que le obligó a mudarse de ciudad, cambiar de empleo, solicitar baja laboral con prescripción médica de antidepresivos y ansiolíticos e incluso perder algún trabajo en el ínterin de las acusaciones de su ex pareja. Daño de quien has amado «Y no lo digo yo –prosigue–, lo ha sentenciado el magistrado Rafael Díaz Roca al declarar en el juzgado de lo penal de Sevilla que mi antigua novia ‘‘al no asumir la ruptura ha venido haciendo objeto a su ex pareja (yo) de acusaciones inveraces. Reconoció haberlo hecho en la declaración prestada en Diligencias previas en octubre del 2007 en su condición de testigo y víctima del delito de quebrantamiento de medida de alejamiento que había imputado y motivado su detención"... No sé cómo alguien a quien has amado puede hacerte esto», concluye. Se conocieron en el 2003 aunque ninguno de los dos montó residencia fija en casa del otro. «Empecé a notar cosas raras con los hijos. No los tenemos de forma conjunta, pero yo tengo una niña, nacida de mi anterior matrimonio y ella dos, habidos del suyo. Yo percibía que mi hija no hacía nada bien para ella, mientras que los suyos ‘‘eran unos santos'' –puede parecer una tontería pero eso termina minando una relación–. Si le sumas que era asfixiantemente posesiva, que me llamaba hasta tres veces diarias en medio de una jornada laboral, en la que por la condiciones de mi trabajo no puedo prestar atención al teléfono, y alguna que otra enganchada del cuello, con rotura de camisa, ¡la relación termina rompiéndose!». En 2005, Antonio dejó de amarla, pero «seguí saliendo con ella por costumbre. Fue la peor decisión. Cuando nuestra relación estaba rota, comencé a salir con mi actual pareja y Chari, mi ex, no cesó de perseguirme, investigarme y acosarme. No en vano, llegó a reconocer que ‘‘estaba enganchada a mí'' y que ‘‘no aceptaba nuestra ruptura"». Antonio tiene grabados en su memoria ciertos acontecimientos surrealistas por los que Chari le hizo pasar, «como aquella tarde en que estaba en una terraza con mi actual pareja y se sentó –como medida de presión– entre ambos», o aquel día de 2005 en que le espetó que «se iba a arrepentir de no seguir con ella». O aquella otra jornada que concluyó con una patrulla de la Policía nacional cercando su casa y haciéndole «merecedor» de una denuncia por malos tratos con orden de alejamiento –cuando la que se personaba en su entorno era ella–. La situación de «desquicie» era inadmisible: «Me interpuso hasta ocho denuncias en las que sostenía, por ejemplo, tener un parte de lesiones que yo le había infringido, cuando tenía de testigo a mi actual pareja de no haberme movido de casa.... O que me había visto merodeando por Puebla del Río, violando la orden de alejamiento e incluso que le había dado patadas a su coche hasta abollarlo. Lo más disparatado fue el día en que se coló en mi domicilio, echó el cerrojo y llamó a la policía alegando que la había retenido. El agente no pudo por menos que recriminarla: «¿Qué hace usted en casa de su presunto maltratador?». «Inquisición de género» Antonio acudió a Manuel Jesús Carballido Pascual tras un largo periplo de sufrimiento, «llevaba un recorrido muy duro» y estaba a punto de entrar en prisión por haber «quebrantado» –presuntamente– la orden de alejamiento que ella le había puesto». In extremis, le interpusimos una querella por simulación de delito, violación de intimidad y denuncias falsas», cuenta el abogado. «¿Qué había hecho Chari? Aprovechando que mi cliente estaba en Madrid, y con intención de conocer su vida privada y su entorno entró en su correo electrónico así como en su cuenta de Messenger utilizando las claves de acceso sin su permiso para leer sus correos. Incluso mantuvo una conversación con la novia de Antonio, haciéndose pasar por él». En juicio del 11 de septiembre se calificaron los hechos como constitutivos de un delito de revelación de secretos y otro de simulación, previsto y penado en el artículo 457 del Código penal. El resultado: un año de prisión y el abono de doce meses de multa con una cuota diaria de tres euros, que hace un total de 1.080 por el delito de revelación, amén de seis meses de multa, con igual cuota y responsabilidad, lo que suma 540 por el delito de simulación. Para el ex juez Francisco Serrano, «era un caso flagrante y ha habido un juez sensato que ha aplicado la ley. Porque en este país hay muchísimos fanáticos que dictan sentencias bajo el temor a la “inquisición de género”. Son esos que dan por supuesto que la mujer nunca miente. La Ley Integral de Violencia de Género –prosigue– despoja del derecho a la presunción de inocencia a la mitad de la población: la masculina, a la que en la práctica permite detener sin más prueba que la declaración de la supuesta víctima de malos tratos. Por no incidir en que se conculca el artículo 14 de la Constitución, pues considera determinadas acciones como delito si las cometen los hombres, y como falta si las cometen las mujeres», resume el juez inhabilitado durante 10 años y que mañana presenta el libro «La dictadura de género» (Editorial Almuzara). José Antonio Santos Barragán, espera tener la misma suerte que Antonio Herrera y que las «denuncias falsas» interpuestas por su ex se diriman a su favor el 4 de diciembre en el Juzgado de lo penal de Sevilla. Ha pasado 11 meses en la cárcel por presunta violación de la orden de alejamiento y, a su salida, él mismo solicitó –sin serle concedida– la pulsera localizadora como prueba de colaboración. Demostradas por el forense que las lesiones que presenta su ex mujer son auto infringidas, confía que esta pesadilla termine y poder ver a su hijo, después de un año y medio. «No están cuantificados los hombres falsamente acusados de maltrato a sus parejas –dice el juez Serrano– ¿Sabe alguien que el 60 por ciento de los casos son sobreseídos el 65 por ciento archivados?». El 6% de las condenas son por violencia habitual En su libro «La dictadura de género», el ex juez Francisco Serrano (en la foto) reproduce las siguientes cifras, analizadas 530 sentencias de audiencias provinciales de toda España, de las que 439 resultan condenatorias. –Maltrato ocasional: 267 (59,33%), entre estas se englobarían los insultos ocasionales aunque respondan a ofensas de la víctima, las disputas tras una ruptura conflictiva de pareja, los empujones, acontecimientos recíprocos y que obedecen a un hecho puntual, como los que se pueden producir a la hora de un padre intentar cumplir con la obligación de estar con su hijo. –Amenazas leves: 98 (21,78%), entre estas se encuentran actos delictivos como el decir te vas a enterar si no me dejas ver a los niños. –Quebrantamiento de condena: 46 (10,22%), algunos de ellos propiciados y facilitados por la propia víctima. –Violencia habitual: 28 (6,22 %) violencia que sí se suele corresponder con situaciones de asimetría y desigualdad en la relación de pareja, situaciones en las que se engloban actos de violencia física y también psicológica. Una violencia en la que no es necesaria la agresión para calificar una actitud que demuestra discriminación, relación de poder, humillación, anulación de voluntad, y que infunde miedo en la mujer maltratada que lo sufre.