Estados Unidos

Estrategias para un debate crucial por César Vidal

La Razón
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Mañana es la fecha señalada para el primer debate cara a cara entre el actual presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el aspirante, Mitt Romney. Si para el primero se trata de remachar e incluso ampliar la ventaja que ha ido obteniendo en las últimas semanas y, de manera muy especial, la conseguida en estados clave como Florida y Ohio; para el segundo, resulta esencial dar la vuelta al panorama general convenciendo al ciudadano medio de que todo irá mejor con él en sustitución de Obama. A cinco semanas de las elecciones, Obama, de acuerdo con las encuestas, estaría imponiéndose en la mayoría de los nueve «swing states», lo que le proporcionaría una clara victoria electoral. En previsión de un encuentro que puede resultar decisivo –fue en este tipo de debates donde Ronald Reagan dio la vuelta a unas elecciones que llevaba ganadas el entonces presidente, Jimmy Carter– ambos políticos han pasado el fin de semana dedicados al entrenamiento. El lunes, Obama lo pasó con sus principales asesores en un lugar de descanso situado en Nevada mientras Romney se encontraba en Massachusetts, el mismo estado donde ha transcurrido para el candidato republicano la mayor parte del fin de semana.
Es sabido que Romney lleva preparándose para este debate desde hace meses y que su «sparring» dialéctico en la preparación está siendo un notable Rob Portman, senador republicano por Ohio. Por el lado demócrata, la preparación de Obama está corriendo a cargo de dos de sus asesores principales, David Axelrod y David Plouffe, que se han desplazado a Nevada en el «Air Force One» presidencial. El presidente, en un acto electoral en Las Vegas el domingo, indicó que lo que más le preocupaba era «tener una discusión seria sobre lo que necesitamos para tener a esta nación creciendo y para restaurar la seguridad de los americanos que trabajan duro. Eso es lo que la gente va a escuchar. Ése es el debate que os merecéis». En otras palabras, el plan de Obama es presentarse como el campeón de una clase media especialmente golpeada por la situación económica insistiendo en que la nación ya ha comenzado a salir de la crisis, a crecer y a crear empleo, afirmaciones todas ellas asentadas en la realidad aunque no en la medida suficiente como para garantizar per se una victoria demócrata. Como no da puntada sin hilo, Obama aprovechó el mismo acto electoral para intentar ganarse un voto hispano que le es mayoritariamente favorable y, en calidad de telonero de su acto electoral, contó nada más y nada menos que con el grupo Maná.
Frente a la clara estrategia demócrata, los republicanos parecen sentirse inclinados a llevar el debate hacia cuestiones de política internacional, lanzando sobre la Administración actual la responsabilidad por no saber afrontar la situación en Oriente Medio y recriminando a Obama que denominara «baches en el camino» a episodios como la pasada oleada de violencia.
El objetivo obvio es convencer a los ciudadanos de que sus vidas e intereses no se encuentran en absoluto protegidos por la política llevada a cabo por Obama. Desde luego, los republicanos lo esperan todo de este debate y el gobernador Chris Christie, quizá la figura más brillante de la pasada convención republicana, ha sabido expresarlo como nadie al señalar que, tras su celebración, «toda esta confrontación va a quedar patas arriba». Así tendrá que ser si Romney sigue aspirando a llegar a la Casa Blanca.