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Vivir para pintar

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VALENCIA-Los homenajes tienen una razón de ser: volver a rendir tributo a los auténticos genios y creadores. Y por esta razón, el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) ha organizado una retrospectiva de la pintora vasca, Menchu Gal, un verdadero ejemplo de belleza y libertad del arte español.

«Menchu Gal: un espíritu libre» -que se podrá visitar en el museo valenciano hasta el 6 de mayo- repasa las más de siete décadas de creación de la que fue la primera mujer a la que se le otorgó el Premio Nacional de Pintura en 1959.

Sus imprescindibles bodegones y paisajes y su particular visión del cubismo durante sus primeros años de creación, se analizan en una muestra patrocinada por la Fundación que lleva su nombre y por Social Kutxa.

Más de 80 paisajes, bodegones, retratos y estampas marinas se dispersan por dos salas del IVAM, divididas por etapas de su prolífica carrera artística.

Pinturas como «Interior V» (1935), «La loca» (1965) o «Paisaje castellano IX» (1940) ponen de manifiesto la verdadera naturaleza de Gal, su peculiar percepción de la vida y, sobre todo, tal y como aseguró en una entrevista que realizó en los últimos años de su vida, como la pintura había dado significado a su vida. Para ella, la creación era su razón para vivir y así lo demostró en todas y cada de una de sus pinturas.

Las influencias de Gal
Menchu Gal (Irún 1918-2008) bebió en las fuentes del «fauvismo» como una prolongación lógica de sus orígenes vascos; del mismo modo que tomó elementos del expresionismo y del cubismo para integrarlos en su particular manera de ver y de sentir el mundo. Además, también se puede observar la influencia en sus cuadros de artistas como Van Gogh, Matisse, Renoir o Cezanne.

En «La casa de campo» de 1960 el paisaje es totalmente gris y rosa. Otros paisajes, marinas y bodegones de finales de los cincuenta son sobrios en color, en ellos dominan los tonos ocres y terrosos. A partir de 1959 entró en un periodo de intensidad del color. En los años sesenta pintó retratos colmados de sensibilidad y melancolía, entre ellos varios retratos de su madre. Entre 1980 y 1986 recuperó los gestos espontáneos y colores pastel de Matisse que antaño le habían inspirado en alegres paisajes de pequeño formato con un toque naíf. Entre sus últimas obras están «Nocturno en Bidasoa» y «Puerto de Zumaya».

Este espíritu libre de Gal, ejemplificado en cada una de sus obras, quedará siempre ligado al IVAM ya que la fundación Menchu Gal ha donado una de sus pinturas al centro y formará parte de sus fondos propios.