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El móvil un peligro

La Razón
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Nos tienen controlados. Absolutamente. La simple posesión de un teléfono móvil es suficiente para que alguien conozca nuestras conversaciones, sean pronunciadas a través de la conexión con el teléfono de otra persona o sencillamente hablando «cara a cara» con nuestros aparatos apagados junto a nosotros. La tecnología ha avanzado lo suficiente para que los diálogos entre mi amigo Rogelio, que es quien me instruye en estos misterios, y yo sean conocidos por quienes tienen una maquinita, no excesivamente cara, simplemente con que nuestros móviles tengan la batería puesta. Estén apagados o no. En la oficina, en la terraza de un bar o en cualquier lugar. A mi amigo le consta que algún juez, de ésos que llevan la instrucción de casos mediáticos, ha rechazado cintas con grabaciones obtenidas por este método. El peligro trasciende la legalidad, porque cualquiera con acceso a estos avances tiene la posibilidad de entrar en nuestras vidas. Agencias de detectives, mafias, organizaciones y hasta medios de comunicación. Una vez más, queda demostrado que la tecnología y la delincuencia van por delante de la Ley. Y, al parecer, algunos ya la tienen. La maquinita. Ya es habitual en reuniones de cierto interés la precaución por parte de alguno de los interlocutores de desconectar la batería del aparato. Conocía el Sistema Integrado de Interceptación Telefónica (SITEL), popularmente denominado «Gran Hermano», de Zapatero, y pensaba que desde el Ministerio del Interior podíamos ser objeto de los famosos pinchazos, que estábamos en manos del Estado. Ahora, la cosa se pone más fea. Estamos a merced de cualquier desaprensivo. O desaprensiva. Ojo al dato, que diría José María García. Así es la vida.