Estados Unidos

Un símbolo del odio

Durante años, Osama Ben Laden ha sido el símbolo del odio yihadista. Muchos dudaban de que el inspirador de los ataques terroristas del 11 de septiembre, aquel que había declarado una guerra a muerte a Occidente, capaz de asesinar a miles de hombres, mujeres y niños –sin importar su religión o nacionalidad– para implantar sus designios totalitarios, estuviera vivo.

La Razón
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Pero la fuerza del símbolo alimentaba las células de terroristas, autónomas y dispersas por todo el mundo, que siguen dispuestas a llevar a cabo sus planes. Ben Laden estaba vivo y Estados Unidos ha sido capaz de localizarlo y acabar con su vida.

No era un hombre con poderes sobrenaturales que pudiera escabullirse para siempre de sus crímenes. Al Qaida no es una organización invencible. Sus códigos de seguridad no son invulnerables. La acción que ha puesto fin a la carrera y a la vida del megaterrorista es fruto de la perseverancia, de la profesionalidad, de la inteligencia y del coraje de muchas personas conscientes de que estamos librando una batalla vital por la civilización. Y de que Al Qaida, como todas las organizaciones terroristas, puede y debe ser derrotada.

Eso sí, la derrota de Al Qaida exige una determinación mayor que la de los asesinos. Para las sociedades libres la fuente que alimenta esa determinación viene de los valores que las sustentan. Sólo así se puede mantener durante años el esfuerzo necesario y asumir los sacrificios inevitables. Es algo que el presidente Bush vio con claridad desde el primer momento y que Obama recogió en sus palabras de ayer. La batalla es entre civilización y barbarie. Y para que la civilización triunfe a nadie se le debe negar el reconocimiento de su dignidad y de sus derechos. Ésas son las raíces morales de la política de extensión de la libertad y la democracia. Hoy comprendemos que los sacrificios han merecido y merecen la pena. Las intervenciones en Afganistán y en Irak acabaron con regímenes odiosos y agresivos y han sembrado la semilla de la dignidad, el pluralismo y la democracia.

Es posible que Ben Laden no tuviera un control operativo sobre la red terrorista que lideraba; por eso debemos estar preparados para nuevos ataques de los yihadistas. Pero la desaparición de un símbolo del odio acerca el triunfo de la libertad y la civilización, también en los países que hoy quieren deshacerse de sus tiranos.