Izquierda abertzale

Cascabel envenenado

La Razón
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Nunca dudé de las buenas intenciones de Miguel Herrero de Miñón, Margarita Díez, Ernest Lluch, Tony Viladrich, Iñaki Gabilondo o el primer Fernando Savater en su aproximación a la cuestión vasca. Y por supuesto, jamás puse en almoneda su verdadera y principal cercanía a las víctimas del terrorismo. A veces, demasiadas veces, ellos y otros muchos fueron acusados injustamente de equidistantes aun cuando tenían y tienen parte de razón, es decir, que junto con la acción policial y judicial, el diálogo y la empatía con los que de manera equivocada apoyan la violencia puede también formar parte de la lucha antiterrorista. Ahora bien, por esta misma razón, me niego a reducir a las manidas y cómodas casillas de la extrema derecha o el conservadurismo duro a quienes recelan del comunicado emitido por ETA el pasado jueves. A mí tampoco me gusta. Aparte de que la banda ni se disuelve, ni entrega las armas, ni renuncia a sus objetivos políticos máximos, lo más chocante es su evidente interferencia en la precampaña electoral a menos de un mes de los comicios generales del 20 de noviembre. Y la democracia no puede permitir que ni mordiendo antes ni cascabeleando ahora la serpiente distraiga el únicamente legitimado protagonismo de las urnas. De momento, con el olfato que lo caracteriza, el pueblo llano que ha visto crecer de plomo y decaer de miseria el terrorismo vasco se ha alegrado lo justo con una noticia que por un lado hacía años descontaba y que por otra parte le ha dejado un tanto indiferente. ¿Acaso alguien es capaz de citar de memoria quiénes han sido las tres últimas víctimas de la banda? Por tanto que se cuiden los partidos políticos de sobreactuar en exceso con esta buena nueva apócrifa. Pasados ya cinco días de comprensible distensión es hora de volver a la esencia de toda campaña electoral, la cual, en condiciones de normalidad democrática, nunca puede ser el comunicado de una organización todavía armada y sí las propuestas y programas de las distintas formaciones. Por cierto, ¿dice alguno negro sobre blanco que la independencia del País Vasco es imposible?