Padres e hijos por Oché Cortés

Para desgracia de muchos, se nos escapan un montón de años antes de darnos cuenta del sentido que tiene ser hijo de alguien. Y la cosa no mejora cuando tienes que concederle atención al sentido que tiene lo de ser padre. Creo que vivimos en la inopia cuando, casi de pronto, empiezas a hacerte las preguntas que le ponen dirección y velocidad a la vida de cualquiera. Eso de ser capaz de llevar un equilibrio entre ser buen hijo y a la vez buen padre. Popularmente, nos reímos cuando comentamos que los nenes no vienen con libro de instrucciones, suponiendo que sòlo les cabe el pan bajo su bracito. Pero, ¿sabe alguien dónde yace el tratado del hijo?. Durante años, nuestro padre es el héroe indiscutible que pasa a ser el ogro apestoso de la adolescencia, el rey de la incomunicación en plena juventud y, de pronto, un tipo increíblemente dulce y comprensivo, época que coincide generalmente con la del nacimiento de nuestro primer niño. Supongo que criar a tu hijo pasa inevitablemente por comprender a tu padre, perdonarlo y que te perdone, a la cara, si está vivo. A la lápida, si hace tiempo que desapareció. Me hubiera encantado que mi padre conociera a su nieto. Habría sido perfecto. Pero, por suerte, hay otro abuelo. Un tipo genuíno que es para comérselo de tierno y que un día me dijo delante de los de su sangre que yo era otro de sus hijos. Lo mismo la solución era ésta y mi padre ha empujado desde donde se encuentre para que yo no me sienta huérfano. Lo mismo es el sentido de la propia vida. Qué sabe nadie. Que haya alivio.