Sevilla

Buscando más la sombra que las cofradías

Los momentos previos a la salida se convierten en un retablo cofrade que cuenta anécdotas de antiguos costaleros.

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SEVILLA- El día de los tópicos y de los versos fáciles de los pregoneros, de los estrenos, las rozaduras en los pies y los maniquíes de la pasarela anual de los últimos modelitos «canis», que llegan desde los barrios del extrarradio para ver a las cofradías. No fue una excepción y los estereotipos se cumplieron en este Domingo de Ramos de mucho calor, muchas «bullas» y una gran expectación cofrade.
A mediados de abril, casi «no hay ganas de Semana Santa ya», comentaban dos mujeres mientras se tomaban un cervecita en la plaza del Pelícano antes de que saliera la hermandad de la Hiniesta. Bebidas y tapas para preparar el estómago, que son muchas horas «acompañando a los niños, que no hay quien los saque de la fila». En la puerta del bar, algunos costaleros de los Ariza sacaban fotos y hacían bromas, mientras antiguos «peones», gente de abajo, contaban anécdotas antiguas del mundo del costal. Como cuando «El loco» robó una bandeja de marisco desde el interior del paso de misterio de Los Panaderos a unos «guiris» que estaban sentados en un bar extasiados ante el misterio de Castillo Lastrucci. «Sacó la mano de debajo de los faldones y adiós a los langostinos», y la historia provoca las risas del grupo, que momentos después se dirige hasta la parroquia de San Julián.
Hace pocos minutos que el reloj ha pasado de las dos de la tarde y el termómetro no hace más que subir. En algunas zonas de la ciudad, pasa de los treinta grados y cada cual busca un hueco, una esquina o un toldillo para tratar de evitar los efectos del sol. En la plaza del Duque, la bulla se dividió en dos para ver a la Borriquita. El lado de la sombra estaba ocupado por una multitud que dejaba un gran hueco por delante al cobijo de la sombra proyectada por el edificio del Corte Inglés. En el filo, como si fuera la parrilla de salida de una carrera de Fórmula 1, los carritos de bebé esperaban a que algún juez imaginario les diera la señal para salir pitando. No lo hicieron porque los niños lo que querían es ver a la Borriquita, que es el paso que tiene un mayor protagonismo en esta jornada en la que se tiene que estrenar algo.
Más que los trajes, las faldas o las corbatas, los paraguas y las sombrillitas supusieron la verdadera novedad, porque «esto no hay quien lo soporte cayendo de pleno», comentaba una chica que buscaba la protección de un portal mientras los nazarenos de La Cena cubrían con cera roja los adoquines de la calle Doña María Coronel. La Virgen del Subterráneo giraba, literalmente, entre los naranjos a los sones de «La Madrugá». Y todo el mundo quería ver el contraste de estilos al pasar los pasos por las recién inauguradas instalaciones de Metropol Parasol. Eso se llama morbo cofrade.
Casi como en agosto, aunque las que de verdad hicieron ese mes fueron las tiendas, que agotaron todas las existencias de botellas de agua. Con el sol cayendo por las lomas del Aljarafe, no podía faltar la imagen creada por los pregoneros, las calles seguían atestadas de gente. Hay que aprovechar este día, porque lo más seguro es que haya problemas a lo largo de la semana, por lo que los paraguas no se podrán cerrar desgraciadamente.


Comida de «gourmet» a cinco euros
La Sevilla de Rinconete y Cortadillo, la eterna y universal, que a muchos les gusta recordar, sigue viva, casi intacta. Hay que «buscarse las habichuelas», que la cosa está muy mal. Los bares repletos, los «guiris» desorientados, el bolsillo de mediados de mes, el bocadillo y la lata, de cerveza o refresco. Por eso se improvisan barras y se ponen pizarras con precios «populares» de tan suculentas viandas. Bocadillos de chorizo, salchichón y chopped, a 3,5 euros. Si uno prefiere el jamón blanco de Teruel, la tortilla de ayer o el filete frío como la suela de una sandalia son tan «sólo» cinco euros.