Fichajes

Y el que afana es un gil por Lucas HAURIE

La Razón
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Con pinta de tanguero de arrabal y nombre de parrilla donde degustar un bife de chorizo, el presunto último fichaje del Real Madrid es un extraterrestre en esta Argentina de dos caras que ha construido Maradona. Hoy que son la primera selección en asegurarse los octavos, sin la herida de un resultado adverso en la que verter sal, se puede decir con total libertad que el mejor futbolista que ha visto el orbe es el peor seleccionador del Mundial (en competencia quizá con el inefable Domenech): su equipo acumula un talento sin igual en la vanguardia, pero el técnico ha logrado convertirlo, por obra y desgracia de una defensa de acabados, en un jugador de ruleta rusa. En cada acercamiento del rival, aunque se llame Corea, Demichelis o Heinze son capaces de volarse la tapa de los sesos. Pero volvamos a Di María.El presunto nuevo madridista no pertenece a ninguna de las dos argentinas, antagónicas como un peronista y un radical, que salta al campo fingiendo ser un mismo equipo. Por edad, no es uno de esos zagueros que intentan disimular su vulnerabilidad con risibles gestos de fiereza y alguna patada a destiempo; por falta de clase, no es uno de esos atacantes que revientan rivales. No es nada del otro mundo. Apenas un jugador aseado, voluntarioso, enjuto, zanquilargo, narigón y que se engomina con la raya al lado por el que el presidente del Madrid, Florentino Calderón (¿o era Ramón Pérez?), ha pagado presuntamente 25 millones. El hecho de que comparta agente con Mourinho es pura casualidad. Es que el tal Jorge Mendes tiene muy buena vista para detectar talentos. O será que en el periodismo abundan los malpensados. Como le decían a Alfonso Guerra: «Honrao, que eres un honrao».