Historia

Londres

Trastorno

La Razón
La RazónLa Razón

Uno llega a pensar si el mejor sistema político no sería el surrealismo, y la solución más efectiva, el Apocalipsis, el Juicio Final. En Francia –donde todo el mundo razona, hasta los tontos– he escuchado este cambio de impresiones entre dos extremistas políticos, en tono vindicativo y triunfante:

- Desde la Revolución, en Francia, la derecha siempre vuelve.
- Y la izquierda, también. Estamos empatados...
«El que no se consuela es porque no quiere». Los devotos de cada partido pueden sentir su derrota con amargura, pero con la esperanza de volver. Aunque no deja también de ser un trastorno para los menos comprometidos. ¡A ver! la política es esto, en los sistemas democráticos. Aquellos otros «desconectados», al no poder abrazar una opción concreta, deliran por su cuenta, y pueden escucharse disparates que nos dan fe de una sociedad en pleno trastorno.
- Fulanito ha nacido en Londres.
- ¡Qué cursi!
- Acaban de matar a Ben Laden.
- ¡Viva el Real Madrid!
- ¿Por qué han de estar tan sucias estas calles?
- Porque ya no existe la pena de muerte.
- Zapatero tiene la culpa de todo.
- Lleva usted razón.
- Se ha beatificado a Juan Pablo II.
- ¡Castigo de Dios!

Y este enigmático rebaño tiene derecho al voto. ¿A quién votará? Supone un gran misterio. Uno llega a pensar si el mejor sistema político no sería el surrealismo, y la solución más efectiva, el Apocalipsis, el Juicio Final. Y a partir de esa fecha, descansar. Una siesta infinita. Todo se invierte, todo se endereza, todo vuelve a invertirse, todo se vuelve a enderezar… No se sabe cuál es la posición correcta. Tengo que recurrir a una experiencia autobiográfica, relativa al cristianismo religioso: Que se le puede expulsar «autoritariamente» por la puerta y vuelve a colarse «modestamente» por la ventana. En un viaje que hice a Rusia, en tiempos de Kruschev, hasta los intelectuales más progresistas tenían un rincón de sus casas atestado de iconos y lamparillas parpadeantes. Me pareció muy lógico, aunque yo fuese ateo. Y a propósito, para demostrar el trastorno de valores que sufrimos continuamente, el ateísmo ha sido la «no creencia» más perseguida y castigada del mundo. El mayor de los holocaustos. El martirologio ateo y homosexual no puede tener su almanaque, por su inabarcable volumen. Actualmente, la Iglesia se siente perseguida, ignorando cuánto ha perseguido y torturado ella. La derecha y la izquierda, también. Es un recurso del instinto de conservación: mirar hacia adelante y echarse a la espalda cuantos delictivos errores se hayan cometido.

A cualquiera que tenga sus puntas de filósofo, esta realidad trastornada del mudo le procura el primer trastorno. Y entonces, su mayor preocupación es analizar al hombre, y determinar por qué demonios se muestra y actúa así, invariablemente. Justamente ahora se están produciendo muy extraños y paradójicos sucesos. El Apocalipsis que yo invocaba líneas atrás, parece que se nos aproxima. Aquí está. La televisión, los periódicos, todos los medios de comunicación, se han convertido en un clamor apocalíptico. Se llora en imágenes y letras, porque hasta las buenas noticias se vuelven malas en un santiamén. Y con todo esto, para una mayoría de seres, todo parece una película, en la que no van a intervenir como extras, especialistas y equipo de filmación en peligro. Nada, permanecen tan frescos, tan tranquilos, profiriendo chistosas tonterías, como las consignadas más arriba. Parece que la humanidad enferma genera unos anticuerpos que evitan su aniquilación: sin tontería, sin frivolidad, sin irresponsabilidad y bailoteo, sin chismorreo, sin alfombras rojas, escándalos domésticos y finalmente este que parece trastorno general, ya estaríamos muertos. Habrá que conformarse, en último término, con aquello que le escuché decir a los franceses. Que «todo vuelve». El caso es que tengamos vida suficiente para verlo y gozarlo. Aunque así no fuera, esta seguridad ya es un alivio. Nada evita los ciclos y las estaciones y nada evita que los vencidos se tengan al fin por vencedores, dentro de los plazos aleatorios que marca el tiempo. En este mundo que digo, los que ganan pierden y al revés, para consuelo y esperanza de todos.