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La velocidad y el tocino por Javier G Ferrari

La Razón
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Esperemos que esta vez la velocidad sí tenga que ver con el tocino, y que la rapidez con la que el Gobierno, que no lleva ni dos meses en el poder, ha acometido reformas en el sistema financiero y sociolaboral, sirva para que se reactive la actividad económica y comience a invertirse la tendencia de destrucción de empresas y empleos. Si atendemos al pesimismo del presidente la cosa va para largo y el margen para la esperanza es bastante escaso. Es posible que el afán de Rajoy de desmarcarse de las mentiras socialistas sobre los brotes verdes le hayan conducido a una sobredosis de sinceridad. A los ciudadanos no sólo hay que darles realismo en vena, entre otras cosas porque lo padecen a diario, sino algún motivo para la esperanza y, de momento, lo único que se percibe tiene un más que inquietante color gris hormiga. La inmensa mayoría, la silenciosa que no sale a la calle a vociferar sandeces, cuando no auténticas barbaridades, atendiendo las consignas de una izquierda radical cómodamente instalada en partidos, sindicatos u organizaciones que viven aún de subvenciones gracias a etiquetarse como progresistas, dirige su mirada al Gobierno esperando alguna señal que alivie su angustia. Señales, no propaganda y demagogia que es lo que hemos tenido en los últimos siete años y medio. Cinco millones y medio de españoles, tres cuatrocientos más que en 2004 cuando Zapatero llegó al poder, necesitan que se les explique con claridad que la reforma laboral podrá dar frutos en un plazo de tiempo razonable y que la reforma del sistema financiero abrirá, aunque sea de manera parcial y escalonada, las compuertas que hagan fluir el crédito para empresas y familias. De unos sindicatos ideologizados que han asistido impávidos al desastre de la política económica del PSOE, esa mayoría silenciosa no espera nada. De los empresarios, que van a tener en sus manos una herramienta muy poderosa, sí hay que esperar generosidad y sentido de estado.