Barcelona
Adictos a la nostalgia
Recientemente se publicó un estudio en el que se demostraba que los videojuegos, en su cómputo global, habían superado en ingresos a industrias tan establecidas como las del cine o la música. Lejos de demostrar prematuros signos de envejecimiento, producto de su acelerado acceso a la madurez, son uno de los pocos productos del mercado que sobreviven a la crisis global. Estamos ante un sector que crece en progresión geométrica, ya que su base de consumidores sigue siendo la de aquellos que ya los comprábamos en su primera etapa y a la que además se le añaden las nuevas generaciones, que pegan sus primeros bocados.
Regreso al pasado
Las nuevas tecnologías han cambiado el panorama del mundo del bit, tanto en cantidad como en calidad objetiva, y ante una juventud cada vez menos impresionable es normal que abunden esos gráficos hiperrealistas y sonidos multicanal. Pero, últimamente estamos comprobando cómo las desarrolladoras están apuntando a otra tendencia. Cada vez son más habituales los recopilatorios de productos que nacieron entre finales de los 80 y principios de los 90, cuando las nuevas generaciones de jugadores iban en pañales.
Las razones por las que recientes «packs» como el «Namco Museum Arcade», que incluye clásicos atemporales como «Pac-Man» y «Pole Position», el «SNK Arcade Classics vol. 1» con «Fatal Fury» y «Metal Slug», o el último recopilatorio de SEGA, con «Golden Axe» y «Alex Kidd» como títulos entre su listado, van más allá de pretender ser una herramienta para que los quinceañeros conozcan los orígenes de su entretenimiento favorito. Deberían conocerlos, ojo, porque no se puede hacer filosofía sin haber leído a los clásicos. Pero la intención de estas compañías, así como la de las plataformas de descarga digital como Xbox Live o PlayStation Network, no es puramente didáctica. Atenta contra la vieja generación, los que hoy disponemos del poder adquisitivo para volver a pagar por algo que probablemente ya tengamos en otro formato.
Abusan de nuestra mayor debilidad: el fetichismo, la nostalgia, la memoria de las partidas jugadas a cinco duros en la máquina del bar de la esquina. Atentan sobre el mismo principio que nos hace pujar en Ebay por un Geyperman o por un Madelman, convierten a «Esther y su mundo» en uno de los cómics más vendidos en España, o en eso que nos hace comprar en DVD series como «El Coche Fantástico» o «V».
Y es que, aunque el pelo en pecho de David Hasselhoff no luzca ahora como hace 25 años, sigue teniendo el recuerdo de una época que, si no mejor, al menos también fue muy buena.
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