Comunidad de Madrid
As Luisíadas
El caso Gürtel, que parecía limitarse a un mero episodio de corrupción textil con trajes de pañomodesto por medio, ha cambiado. Ya no se limita la cosa a ver si el gusto por el corte entallado corresponde a alguno de los sospechosos, no. El caso empieza a tener tintes de novela de serie B de las buenas, con soplones, matones y nombres en clave. Al principio eran cargos públicos o empresarios con nombre y apellido, pero el tema va cambiando y se rige ahora por la liturgia del hampa: ya no son fulano o zutano, ahora son El Bigotes, El Albondiguilla y El Curilla, émulos de El Vaquilla y El Nani. No falta tampoco el jefe de todo, el más malo del grupo, el misterioso super-villano de toda novela: Luis, El Cabrón. Este último tiene un mote de importancia, de dar miedo, de hacer pensar cómo será el pájaro para que le llamen así los corruptos del barrio. Si el mote está tan bien puesto como el de los otros tres, ojo. Falta, claro, el héroe, el policía que todo lo resuelve, el tipo que controla confidentes y se mueve con autoridad por los bajos fondos. Ya lo tenemos. Ha aparecido en escena no lejos de los dominios de El Albondiguilla, qué cosas. Se trata del robótico inspector Luisito, el ingenio natural de Albacete que va a proteger los edificios oficiales de la Comunidad de Madrid. Luisito es un robot bajito y con arrojo que patrulla por el patio. A la tercera vez que te ve, te reconoce y te da los buenos días, imaginamos que con voz de esa con la que los marcianos dicen «terrícolas» en las películas. El duelo está servido. ¿Capturará Luisito a Luis, el Cabrón? ¿Entrará en la sede del Gobierno autonómico llevándole esposado para ofrecerlo a Esperanza Aguirre como prisionero de guerra de bandas?¿o sucumbirá Luisito a la tentación de la vida corrupta y le veremos en breve sentado en el banquillo de los acusados, vestido con traje de Milano de la talla R2 D2? Ay, qué intriga.
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