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«Asistimos a la muerte del liderazgo porque los grandes líderes no están en el poder»

La Razón
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MADRID- Este respetado periodista y autor ha plasmado en un libro sorprendente «El Presidente, el Papa y la Primera Ministra» (Ed. Gota a Gota), la coincidencia histórica que llevó a tres inigualables líderes al poder al mismo tiempo y cómo, cada uno a su manera, consiguieron transformar el mundo conocido en los años 80 como nunca. Carol Wojtyla, Margaret Thatcher y Ronald Reagan trabajaron juntos y consiguieron derrotar al comunismo con una receta simple. Aplicar la esperanza activa y el sentido común a su liderazgo. O'Sullivan puede contarlo con detalle ya que fue asesor de Thatcher y corresponsal periodístico en Estados Unidos durante la Presidencia Reagan.

–Usted dice en su libro que Wojtyla era demasiado católico, Thatcher demasiado conservadora y Reagan demasiado americano en un tiempo, los 70, en los que el mundo vivía inmerso en el liberalismo de izquierdas. ¿Hemos vuelto hoy a esos tiempos?

– En algunos aspectos sí. Hoy volvemos a tener un serio enemigo en forma de islam radical. También tenemos una serie de políticos en gobiernos e instituciones a los que no les gusta tomar decisiones duras y difíciles y que siempre prefieren la rendición y el apaciguamiento. Si estos dos elementos siguen funcionando durante un tiempo largo, entonces la gente empezará a buscar a nuevos líderes como Thatcher y Reagan.

–¿Cree que podríamos estar en ese momento y que hay líderes hoy capaces de asumir ese gigantesco reto?

–De alguna manera hoy asistimos a la muerte del concepto de liderazgo porque los mejores líderes ya no están en el poder. El primer ministro australiano, John Howard, al que considero uno de los mejores de la historia en su cargo, acaba de perder el poder en parte porque los australianos llevan tantos años de éxito político que ahora consideran que pueden arriesgarlo. También el presidente José María Aznar, un dirigente muy fuerte, ahora ya no está. Pero también he de admitir que yo nunca pensé que cuando llegó al poder, Thatcher se convertiría en la gran líder que hoy conocemos. Mucha gente pensó lo mismo de Reagan. Nunca se sabe quién va a ser un gran líder hasta que se le pone a prueba.

–¿El Papa Ratzinger está en esta categoría superior?

–Espero que tenga el tiempo suficiente, pero creo que está tocando las teclas adecuadas. Ha mostrado rasgos claros de lo que llamo conservadurismo humanitario para afrontar su pontificado. Con respecto al islam, ha acertado al reconocer que el cristianismo acertó al desterrar la violencia como método de transmisión de la religión y ahora exige lo mismo al islam. Su acierto se demuestra en la respuesta positiva de algunos altos clérigos musulmanes.

–En su libro deja claro que la política de la disuasión fue un error en el enfrentamiento contra el comunismo de la Guerra Fría. ¿Podríamos volver a esta política tras la experiencia de Irak si en 2008 gana en EE UU un candidato demócrata?

–Si va a ganar un demócrata tendrá que ser la señora Clinton y ella ha dejado ya muy claro que su política exterior será firme, aunque creo que será una pésima presidenta en cualquier otro tema. También sorprenderá a una buena parte de gobiernos europeos, precisamente porque mantendrá esa dureza exterior. Casi todos los políticos norteamericanos hoy son realistas y sólo irían la mitad del camino en la disuasión.

–¿Es éste el caso de Irán tras la revelación del informe de Inteligencia en el que se dice que Teherán paralizó su programa de armas nucleares en 2003?

– Si ese informe es cierto, entonces estaríamos ante un caso en el que la disuasión habría funcionado.

–¿Entonces, se ha abandonado la opción militar con Irán?

–Si se escucha lo que dice Sarkozy, Bush, Brown y la mayoría de líderes del mundo libre, se oye alto y claro el mensaje de que no se puede permitir un Irán nuclearizado. Una ex ministra de exteriores británica me acaba de revelar que incluso los chinos y los rusos están de acuerdo con esta visión. Ésta es una postura muy clara en la Comunidad Internacional y los propios iraníes parece que han comenzado a entender que esta visión no tiene vuelta atrás. Creo que no cometeremos los errores de los 70 con Irán.

–En su libro, cuenta como el entonces cardenal Ratzinger urgió al colegio cardenalicio a «hacer algo nuevo» en la elección del sucesor de Juan Pablo I. ¿Fue ése un movimiento deliberado para acabar con el comunismo?

–No. Él dejó claro con esta frase que la decisión de elegir a Juan Pablo I fue un error porque suponía más de lo mismo y que aquellos tiempos eran tan graves que estaba claro que había que hacer algo nuevo como elegir Papa a un hombre procedente del mundo comunista.

–¿Cuándo se vio el primer atisbo de que el comunismo tenía los días contados?

–Si eras un conservador duro a finales de los 70 tenías la sensación de que todo iba muy mal y para ellos la URSS era un zombie, porque estaba muerta pero seguía ganando una vez muerta, era invencible. También creo que las elecciones generales en Reino Unido de 1979 y las presidenciales norteamericanas de 1980 fueron cruciales. La gente tenía la sensación de que eran unos comicios cruciales y que a los electorados se les pedía que eligieran entre dos mundos. Aunque no fuimos conscientes de inmediato, poco después se vio que las elecciones de Thatcher, Reagan y Wojtyla habían sido cruciales en sí mismas. Recuerdo cómo se me erizó el vello de la nuca al conocer que el Papa sería polaco.

–En 1984, un atentado del IRA contra Thatcher la sorprendió a las 2:54 de la madrugada mientras despachaba con un asesor. Al día siguiente y con cinco muertos tras la explosión, la primera ministra decidió seguir adelante con un discurso al congreso de su partido. ¿Se ha perdido este tipo de liderazgo hoy?

–Ella era de una generación anterior que tenía dos rasgos distintivos. Eran mas patrióticos y tenían más respeto por sus propias instituciones. Thatcher creía que ser primera ministro era algo muy importante y se sentía en la obligación de hacer ese trabajo lo mejor posible para no defraudar a su pueblo. Yo estaba en el hotel de Brighton la noche del atentado y todos salimos de la habitación en pijama. Era una noche muy agradable y recuerdo cómo todos esperamos acontecimientos en el paseo marítimo frente al mar. Lo curioso es que nadie se sentía derrotado o con miedo, lo que sentíamos era la felicidad de observar la talla moral de aquellos que casi habían muerto. Esa noche elevó la talla de Thatcher como líder.

–¿No fue tras la Guerra de las Malvinas?

–La guerra contra Argentina fue el momento que la convirtió en gran líder internacional. El atentado reforzó esa visión.

–El conservadurismo de Reagan se centró en la idea de la defensa de América frente al comunismo. ¿No es ése un concepto similar al que Bush y Blair han usado tras el 11-S?

–Yo tengo muchas diferencias con los dos, pero sí creo que ambos reconocieron el desafío al que tuvieron que enfrentarse como líderes del mundo libre. Fue admirable. Después cometieron muchos errores.

–La conclusión de su libro es que Wojtyla, Reagan y Thatcher creyeron siempre que la libertad y la democracia eran las armas verdaderas de un líder. ¿Está en peligro hoy la libertad que surgió tras el comunismo por la amenaza del islam radical?

–Ellos creían que la libertad es una buena arma política pero también algo bueno por sí mismo. Hoy, la amenaza desde el mundo musulmán no es la de una invasión militar clásica sino la del miedo a una bomba en una capital europea que puede llegar a matar a miles de personas. El verdadero peligro es que aceptemos cambiar nuestras propias sociedades para apaciguar esa amenaza y que, en el camino, perdamos nuestra propia esencia. Creo que si no te gustas a ti mismo no puedes gustar a otros. El orgullo en nuestra propia sociedad y nuestras naciones es compatible con la admiración de otras culturas.

–¿Cuál es hoy la mayor amenaza a Occidente?

–Aparte del islam radical hay que estudiar el auge de China, que plantea preguntas básicas para Occidente igual que lo hizo la reunificación alemana en los 90 y que los europeos en realidad nunca resolvimos. Eso requerirá de diplomacia muy inteligente. Hay que promover la democracia en China pero sin imponérselo. El otro desafío es la sobreambición de algunas instituciones internacionales que hoy parecen dispuestas a reemplazar a los estados nación. Estas instituciones tienen un talón de Aquiles, que no tienen ningún control democrático. Hay muchos líderes en Occidente que no entienden el papel de la ONU y, francamente, preferirían que la ONU les gobernara para así tener menos problemas.

–Explica que los grandes líderes aplican la esperanza y el sentido común a su actuación pública.

–Los tres de mi libro fueron mensajeros de la esperanza, no del optimismo, que es sólo una disposición. Esperanza para mí es que las cosas pueden ir mejor pero también la obligación de ayudar a que las cosas vayan mejor. Es una virtud práctica.

–Thatcher insistió a Bush padre que el objetivo tras la caída del Muro era extender la democracia. ¿Puede ser esta una línea de trabajo hoy en Oriente Medio?

– No de la misma manera. Alemania, Japón y otros estados del Plan Marshall tenían una base sobre la que montar la democracia, tanto política como económica. Los estados comunistas europeos habían practicado la democracia a principios del siglo XX. Sabían lo que había que hacer y estaban preparados para la democracia. Ésta no es la situación en Oriente Medio. Sólo Turquía tiene tradición democrática y bajo circunstancias muy particulares. Lo que podemos hacer ahora es crear la situación en la que se pueda dar la democracia en Oriente Medio. Hay elementos democráticos en la zona pero deben ser ellos mismos, con nuestra ayuda, los que descubran la democracia.