Ceuta

Ay Celia

La Razón
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Celia Villalobos fue una aprovechable «mujer Hermida», colaboradora pertinaz en los debates nocturnos de Antena 3 que dirigía Jesús Hermida. Y también una notable alcaldesa de Málaga. Y también una calamitosa ministra de Sanidad, un auténtico despropósito, aunque a ella sólo es achacable la culpa de aceptar una responsabilidad para la que no estaba, en absoluto, preparada. El culpable fue José María Aznar, que premió a su colaborador Pedro Arriola haciendo ministra de Sanidad a su mujer, un terremoto de ignorancia. Como mujer, Celia es tronante, simpática, rápida, desconcertante y demagoga. No la conozco mucho, pero algo me hace intuir que su temperamento no es calmo ni su carácter fácil para la convivencia, pero ahí es Arriola, y no quien escribe, el que tiene que opinar y protestar, si se diera la oportunidad y el caso. Me entretiene imaginar paisajes en los personajes de la política. Paisajes y escenas. Y a Celia Villalobos siempre me la he figurado en un tenderete de feria de pueblo voceando gangas y mercaderías. A Mariano Rajoy de interventor del TALGO, a Rodríguez Zapatero de acomodador del cine «Coliseum». –A partir de la tercera butaca y hasta el pasillo. No me hagan mucho ruido con las palomitas–. A Ibarreche siempre lo he visto conduciendo los funiculares de Igueldo, aburrido del paisaje de la cuesta arriba y de la cuesta abajo. Antich, el balear, huraño propietario de un «Piano Bar» servido por camareras. A Javier Arenas, no se por qué, oficial de la Transmediterránea navegando el paso del estrecho, desde Algeciras a Ceuta. Solbes, administrativo de empresa poco floreciente. A Bibiana Aído, de «Miss Puerta Tierra», aspirante a «Miss Cádiz». Y a Garzón, de jefe de la planta de «Caballeros» de unos grandes almacenes. Es una manera de pasar el tiempo.Así que Celia Villalobos, la voceadora de gangas y mercaderías en feria polvorienta y bulliciosa, se ha peleado con otro feriante y le ha llamado «ladrón». Lo ha hecho en una feria muy singular que se llama Congreso de los Diputados. Resulta feo lo de «ladrón». En un Parlamento se puede decir de todo, pero es conveniente guardar las formas. La Faraona malagueña es, además, secretaria cuarta de la Mesa del Congreso, y haría bien en dar ejemplo de urbanidad y buenas maneras. Excepto como ministra de Sanidad, que aquello fue una gamberrada, nadie pone en duda la valía de Celia Villalobos. Tiene fuerza y tiene votos, que en un partido político es lo más importante, aunque no lo sea. Pero ha demostrado que tiene, además, muy mala educación. Para defender no hay que insultar. Además, que la ristra de insultos elegantes que hay en nuestro idioma es interminable, y en una parlamentaria esa elementalidad en el uso de la descalificación resulta penosa. Creo sinceramente que doña Celia Villalobos ya ha sido amortizada, y que se mantiene ahí porque su marido es una de las malas herencias que Aznar le ha dejado a Rajoy. La falta de ironía no se puede compensar con grosería. ¡Ay, Celia!