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Azores: Virginidad entre Europa y América

Su exuberancia paisajística y su condición de enorme acuario natural invitan a una inmersión en busca de los rincones perdidos del archipiélago portugués.

La variedad pasajística de las Azores
La variedad pasajística de las Azoreslarazon

Difuminadas en mitad del Atlántico, las islas Azores dibujan un camino entre las costas europeas y el nuevo continente. Son las huellas que dejaron hace miles de años las caprichosas manos de la madre Tierra y que el dios Eolo se encargó de hacer universales como portadoras del calor en esta orilla del Océano. Junto a Canarias y Madeira, las Azores forman parte de la Macaronesia que, para los griegos y para Philip Berker Webb, que las bautizó así en el siglo XIX, quería decir «islas afortunadas».Las nueve islas portuguesas que las componen se dispersan en tres grupos, manchando de infinidad de verdes la continuidad del mar, desde las más occidentales, Corvo y Flores, hasta las más orientales, San Miguel y Santa María, saltando entre ellas por el grupo central más compacto, Faial, Pico, San Jorge, Graciosa y Terceira. Su formación geológica las convierten en un Edén virgen donde la Naturaleza se ha abierto paso entre volcanes; su ubicación, en paso privilegiado de ballenas y delfines, y su estratégica posición geopolítica, en pasto de piratas y de guerras, encuentros y desencuentros entre mandatarios del viejo y del nuevo continente. Razones, que unidas al desarrollo de un turismo poco masificado, las llena de interés para los amantes del deleite y del viaje; nueve propuestas distintas, de las que destacamos sólo algunas, para navegar y perderse; saltar hacia delante y hacia atrás siguiendo los reflejos de este archipiélago caleidoscópico.San Miguel, conocida con el sobrenombre de «isla verde», es la más grande y la más poblada. La espectacularidad de sus cráteres cubiertos por infinitas lagunas bañadas de leyenda, como la laguna verde y la laguna azul de Siete Ciudades y sus inmensos bosques de Laurisilva, salpicados de hortensias, camelias y azaleas, hacen de la isla un enorme jardín de exuberante color en cualquier época del año. Ejemplo de ello es el parque Terra Nostra, donde se pueden admirar la inmesa variedad floral de las islas. Una visita a alguna de las fábricas de té o a las plantaciones de piña, una vuelta por la marina portuaria de Ponta Delgada, por Vilafranca do Campo, desde donde se divisa un cráter marino incompleto, o por la iglesia de Nuestra Señora de la Estrella, en Ribera Grande, donde se encuentra el Arcano Místico (escultura en miga de pan que resume la historia de la Biblia), son sólo un aperitivo para el aventurado visitante.FAIAL Y PICOAl iniciar la maniobra de aterrizaje, y desde la ventanilla del avión, se divisa un coloso volcánico de 2.351 metros de altura que despunta directamente desde las frías aguas del océano. Es la isla de Pico, característica por sus viñedos considerados por la UNESCO patrimonio de la humanidad. La producción del vino Vermelho, ahora Lajido, en las viñas de los lajidos (agujeros abiertos en la piedra volcánica) y la fuerza del mar, que siglo tras siglo ha horadado la porosa piedra caliza creando bóvedas y arcos donde se estrellan las olas, configuran un paisaje muy diferente al de otras islas de formación anterior. Una inmensa malla de viñas trabajadas en la paredes rocosas, armonizadas con las pinceladas rojas de los molinos de influencia flamenca, dispersos por toda la isla, y la sentida presencia de más de un siglo de caza de ballenas, transmiten una fuerza capaz de hacer admirar a cualquiera el ímpetu de la Naturaleza y la capacidad de lucha del ser humano. ENTRE BALLENAS Y DELFINESEs imposible pasar por estas dos islas sin dar un salto desde Madalena en Pico hasta Horta en la isla de Faial sin detenerse, aunque sea media hora, en uno de los bares más famosos del mundo, el Peter's Café Sport, admirado por su Gin tonic y por poseer una colección de dientes de cetáceos grabados por los balleneros que da vértigo. Desde el decorado y pintoresco puerto de Horta parten los barcos de avistamiento de ballenas, cachalotes y delfines que vuelven a las aguas orientales del Atlántico tras el invierno.Terceira, llamada así porque fue la tercera isla del archipiélago descubierta por los portugueses a mediados del siglo XV, mucho antes de que Colón desmontara completamente el mito de Finisterre, se convirtió en el siglo XVI en un inmenso almacén comercial, lo que atrajo a sus costas una enorme riqueza e ingentes cantidades de piratas europeos, llamando la atención de los gobiernos de media Europa (desde Felipe II, que ordenó pintar en el Monasterio de El Escorial la batalla que le hizo poseedor de las tierras azoreñas) y de Estados Unidos. El símbolo de esta prosperidad e interés internacionales es la ciudad de Angra do Heroísmo, orgullosa de ser la primera ciudad europea del Atlántico y reconocida en 2004 por la UNESCO como patrimonio de la humanidad.