Carlos Montero:«Uno viene a la Feria a buscarse la vida no a pasárselo bien»

Cuando los niños se aburren de pedirle a los padres que les lleven a los «cacharritos» durante más de tres horas, éstos se acercan al puesto de Carlos Montero y le compran a sus pequeños chucherías y juguetitos, que les ayudan a pasar la tarde mientras los mayores terminan con la manzanilla y el adobo con tranquilidad.Un año más, el vendedor ve cómo los pequeños montan una improvisada banda de cornetas a la puerta de la caseta. Él se queda con las ganas de vender tres o cuatro cartones de tabaco a cinco euros el paquete. Pero este año «ni un mal cigarrito», cuenta Montero, que coloca cuidadosamente sus artilugios en el tenderete. Lleva 25 años en el Real, pero no ha visto unos años tan duros como el pasado y éste. «Entre la lluvia y la crisis, no sé lo que voy a hacer para poder sacar a mi familia adelante», cuenta un hombre que asegura haber «visto de todo» en las dieciocho horas que se pasa bajo las bombillas.Es normal, por la portada entran todos los tipos de la sevillanía contemporánea, y al final «todos buscan lo mismo: tabaco. Pero nos lo han quitado de la circulación», insiste. La mercancía estrella la suple con una colección de juguetitos que, en muchos casos, no resisten el trasiego de una a otra caseta. «No son gran cosa, pero a los chiquillos les gusta distraerse con algo».Montero atisba el brillo de las luces del alumbrado desde el fondo de un sofá de «skay» rojo con pinta de ser también un viejo conocido del Real. «Hay que descansar algo, ¿no? Si no, cómo se cree que puedo llegar al final de la Feria. ¡Que luego hay que ir a Córdoba y a Jerez!», asegura orgulloso al señalar los cojines.Sin embargo, no le gusta la fiesta. «Uno viene a buscarse la vida y no a pasárselo bien. Es muy duro y cuando se cierra hay que volver a casa, descansar, y comenzar a montarlo todo para el día siguiente», mantiene Montero, veterano de las ventas en el Real.