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Carril burdel

La Razón
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Mi Jerónimo Tristante, que además de escribir novela negra como si no costara, es un intrépido buscador de noticias increíbles, me pasa el siguiente despacho: «Un burdel de Berlín ofrece descuentos a los ciclistas». De una pieza se me queda el cuerpo, amigo. Con el apretón de audiencia que está dando el Tour y lo mal que anda la cosita económica, a estas lumis con gran sentido comercial, se les ha ocurrido una idea que puede ser muy efectiva para el ancestral negocio. ¡Estos son paquetes y no los de Zapatero!, dirán algunos. Pero puestos a entenderlo, no veo mal que los individuos dispuestos pecar cada tarde tengan por lo menos conciencia ecológica. La noticia no dice si el Ayuntamiento de Berlín va a habilitar un carril burdel para que los parroquianos gocen de mayor seguridad. Aunque conociendo el genio alemán, lo mismo hay ya cuarenta operarios pintando el circuito. La cosa está clara, allí el que llegue en bici tiene descuento, así que ya estoy viendo a los amables socios europeos comprándose los clips para sujetarse las perneras de los pantalones de tergal o directamente un culotte de ciclista con la excusa de que hay que bajar barriga y que el deporte es lo mejor para mantenerse. También me estoy imaginando a las matronas berlinesas con una mosca tras la oreja más grande que el Estadio Olímpico. El verano tiene estas cosas y trae noticias que en otra época del año no tendrían sitio entre los titulares. Así que esta mañana de sábado lo pongo en la columna, no sea que usted, señora, vea salir un par de tardes a la semana a su marido vestido de Contador y se pregunte qué bicho le ha picado al Mariano, que le ha dado por montar en bici a su edad y no volver hasta las doce de la noche con la chichonera al revés y una carita...