Renfe

CERCANÍAS LEJANÍAS

La Razón
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Los contenciosos que la Generalitat tiene con el Gobierno se resumen en dos cuestiones: la financiación de los servicios traspasados y nuevos traspasos adecuadamente dotados, siempre en pos de la soberanía perdida. La última reivindicación «nacional» son las Cercanías ferroviarias de Barcelona. Como siempre, mezclamos lo evidente con lo utópico. Es obvio que las Cercanías de Barcelona funcionan mal y requieren inversiones importantes. También lo es que el conjunto de los servicios ferroviarios dependen del Estado o bien de compañías de ámbito nacional. En virtud de ello, la Generalitat, el Ayuntamiento de Barcelona o el de Masnou han de reclamar lo justo. La administración central ha de atender estas demandas, teniendo en cuenta los criterios de población y número de usuarios. Pero entonces surge el sacrosanto fuero y la bulimia gubernativa. Se nos quiere hacer creer que con la administración autonómica los problemas se solucionarán. Ante todo es una barbaridad segregar Cercanías de lejanías, teniendo que pasar todos por la misma vía. Así lo vio el público que seguía «Els Matins» de TV3 el 8 de mayo, que se pronunció mayoritariamente contra el traspaso en medio de la consternación de los tertulianos y los circunloquios de Josep Cuní. Así Nadal, de «El Periódico», decía que el público pensaba en Renfe y no en la Generalitat en cuanto a mejora, y Barbeta, de «La Vanguardia», desautorizaba la consulta diciendo que es un tema de autogobierno. Y no se hable más. Las Cercanías no se han de separar de las lejanías. La cuestión es quién resuelve el problema.