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Cesc desarma al Villarreal

Cesc desarma al Villarreal
Cesc desarma al Villarreallarazon

El Arsenal es joven, pero tiene pa- ciencia. No se descompone con un gol en contra, o con una primera parte sólo con malas noticias. Espera su momento, tener el balón y encerrar al rival, como hizo durante casi toda la segunda parte. El Villarreal tenía todo a favor: un tanto de ventaja y un rival al que se le iban cayendo jugadores en cada golpe. Ni Almunia ni Gallas acabaron la primera mitad. Lesionados por pequeños golpes o tropezones, obligaron a Arsene Wenger, técnico del Arsenal, a ha- cer dos cambios, pero el entrenador francés no se descompuso ni hizo un gesto de preocupación. Ni él ni su equipo.El Arsenal sacó a lucir su fútbol tras el descanso y el Villarreal perdió la ventaja que le había dado el tanto de Senna. Tras una primera parte digna, el equipo español desapareció del partido como si hubiera quedado k.o. Se quedó sin el balón y se convirtió en un equipo inseguro a los pies de Cesc.El Arsenal cambió su suerte y enfrió el entusiasmo de El Madrigal en cuanto al capitán del Arsenal se le puso cara de mal humor y tomó el mando del partido. Dio una patada a Capdevila, le dejó tirado en el suelo y en vez de tirar el balón fuera buscó el tanto de su equipo. Sin compasión con el rival, aunque sea compañero y campeón de la Eurocopa. Es un jugador con carácter, que con 21 años lleva el mando de su equipo. A su edad, es imposible que Cesc desentone en un equipo grande de la Liga españolaEl centrocampista español se desesperó en la primera mitad, con pases verticales que interceptaban con facilidad Senna, Eguren o los centrales. Pero en la segunda parte, se sintió libre, desplegó su fútbol y el Arsenal estuvo varios cuerpos por encima. En un duelo de estilos y también de entrenadores, Wenger y su equipo superaron a los de Pellegrini.Cesc es el jefe. En torno a él se construye el resto del bloque y es él quien decide el ritmo. Si le salen las cosas, si se mete en el partido, el Arsenal cambia. Junto a Cesc, despertaron Nasri y también Adebayor, que marcó un golazo. Con- troló un pase del «cuatro» con el pecho y de media chilena, en sus- pensión, hizo el tanto del empate en los mejores minutos del Arsenal, cuando el Villarreal corría detrás del balón, como no está acostumbrado y como no sabe hacer. Era un equipo perdido. No se recuperó hasta que Pires salió al campo a ayudar a Senna y volvió a ver el balón de cerca.Senna estuvo hace tres años en la eliminatoria de semifinales, cuando Riquelme falló el penalti en el partido de vuelta y el Villarreal fue eliminado por el Arsenal. Senna era el guardaespaldas del futbolista argentino. A sus órdenes. Ayer Senna fue el pilar del Villarreal, uno de los que más ga- nas tenían de venganza y quien impuso el juego, mientras tuvo oxígeno. Al menos tuvo su revancha particular con el primer tanto del partido: desde más lejos, fuera del área, sin carrerilla y espectacular. Almunia no se estiró como Lehmann hace tres años. No llegó el portero español y el Villarreal comenzó la eliminatoria mejor de lo que había pensado.El problema fue que los disparos de Senna fueron las mejores oportunidades del equipo español el resto del partido. Al Villarreal le cuesta mantenerse los noventa minutos. Desaparece por momentos, como si le diera miedo su propio fútbol, pese a que no puede renunciar a él. Con jugadores como Ibagaza, Rossi o Cani, el Villarreal sólo puede jugar con toques cortos y rápidos. Es la única manera que tiene de llegar al área rival. Los pelotazos sólo son un recurso de emergencia de los defensas cuando están agobiados. Como sucedió en la segunda mitad.La defensa del Villarreal vivió muy cómoda la primera mitad, cuando Cesc y el Arsenal parecían un equipo inofensivo, demasiado joven para hacer daño esta vez. El Villarreal no supo aprovechar su momento. Tuvo un gol a favor y un equipo que tenía que rehacerse de sus lesionados. Capdevila tuvo el gol tras otro disparo de Senna, pero Almunia aún estaba en el campo y, además, sin lesiones. Al equipo de Pellegrini le faltó contundencia: Rossi y Llorente fueron sombras. Después se cansó Senna y los de Mauricio Pellegrini aguantaron como pudieron la tormenta.