Mafia
«Combatir a la Camorra es luchar contra un gigante que da miedo»
NÁPOLES- El padre Aniello Manganiello combate a la Camorra desde el púlpito y desde la calle. Párroco de una iglesia situada en el corazón del imperio camorrista, denuncia con valentía los crímenes de la mafia napolitana mientras trabaja con ahínco para mostrar a sus fieles que es posible salir de la espiral de pobreza y violencia que carcome Nápoles.
- Su trabajo va sobre todo orientado hacia los niños. ¿Qué hace la Camorra con los menores?
- Son su mano de obra más accesible. Se trata de chicos de 15, 16 o 17 años que, en lugar de estudiar o trabajar, prefieren salir por la noche en bandas para delinquir. Hay un alto porcentaje de muchachos que toma drogas y comete robos y lo que aquí se llama «caballo de retorno». Esta práctica consiste en que te quitan el coche a punta de pistola y luego te piden un rescate para devolvértelo. Nos lo han intentado hacer también a nosotros, pero les hemos dejado claro que no entramos en ese juego ni como sacerdotes ni como ciudadanos. Confiamos en la vía de la legalidad.
- ¿Cuánto puede ganar un muchacho que trabaja para la Camorra?
- Depende. Por ejemplo, las ganancias de los chicos que hacen de camellos varían según el papel que desempeñen en la organización. En el área que comprende mi parroquia hay 8 o 9 puntos de venta de droga, lo que provoca una bajada de los precios. Aquí la droga cuesta poquísimo, por lo que pueden acceder a ella hasta niños de 14 años. La zona entre Secondigliano y Scampia es el mayor supermercado de la droga de Europa. Los que controlan estos puntos de venta están conectados con los clanes camorristas, a quienes compran los alijos. Luego, estos jefes locales acuden a la mano de obra del barrio, a los jóvenes, muchos de ellos menores, para venderla o hacer de centinela para vigilar si llega la Policía. Funciona como una empresa. Los jóvenes que trabajan para los vendedores de droga ganan entre 50 y 100 euros al día, en un mes pueden conseguir hasta 3.000 o 4.000 euros.
- ¿Cómo afronta a los camorristas cuando acuden a su iglesia?
- Al capo de un grupo de venta de droga le he negado el matrimonio. Igual que dije «no» al bautismo del hijo de un camello. Le dije que o cambiaba o no era posible. También le negué la comunión a un camorrista que, con sus hermanos, extorsiona a los comerciantes del barrio. Le dije que también él debía seguir la catequesis y me contestó que era un delincuente y no podía cambiar. Días después me contó que había encontrado otro sacerdote que le daba la primera comunión a su hijo sin problemas. Eso me echó todo por tierra, porque estoy convencido de que la Iglesia no debe vender los sacramentos: éstos deben ser la ocasión para cambiar la vida. En el sur de Italia la Iglesia hace demasiado ritualismo pero poca evangelización, poca catequesis, poca atención a la educación. Lo sacro no debe ser el centro de nuestra misión pastoral. El hombre es lo que debe estar en el centro.
- ¿Ha debido hacer frente directamente a la Camorra?
- He tenido que afrontar a los camorristas porque habían tomado el campo de fútbol en el que organizamos una escuela para 200 muchachos del barrio. Los mafiosos estaban tratando de sacar partido del campo, pero les hice frente para recuperarlo. Cuando hablé con uno de ellos, me amenazó con cortarme el cuello. Lo triste es que me tocó hacerlo solo. La gente no va detrás de ti, tiene miedo.
- ¿Y usted no tenía miedo?
- No. Pero me amenazaron varias veces con degollarme o dispararme. Los camorristas me dijeron que su primer disparo sería en las piernas, como advertencia. La segunda vez que te disparan es definitiva, te eliminan. Cuento esto porque no es una situación excepcional mía, muchas familias también la sufren.
- ¿Cómo controla la Camorra Nápoles y la región de Campania?
- Un ejemplo muy claro de su poder se ve cuando hay problemas entre vecinos de un mismo edificio. Entonces no se acude a la Policía, sino al camorrista de turno, que resuelve el litigio en seguida. Sin embargo, si vas a la Policía tienes que esperar a que el asunto llegue al juez y comience un largo proceso. Hay una ruta mucho más veloz, la de la Camorra. Luego está el «pizzo», el impuesto que la Camorra recauda. A cada puesto del mercadillo ilegal que se monta en esta zona le exigen entre 2.000 y 3.000 euros, pese a que está en suelo público. Y además existe un impuesto semanal. No obstante, tal vez lo peor sea la connivencia entre política y Camorra: todos los partidos que gobiernan en Nápoles están relacionados con la Mafia. Existe una relación a nivel local, en los ayuntamientos, donde los partidos tienen miembros con clara identidad camorrista. Se benefician de su posición de poder y su pertenencia a un clan mafioso. Un ejemplo es la reciente detención de 5 altos funcionarios de la región de Campania por corrupción. ¿No es eso también Camorra?
- ¿Actúan directamente para la Camorra o sólo tienen una mentalidad camorrista?
- Las dos cosas. Cuando son elegidos trabajan para un clan y se benefician enormemente por ello. Esta situación existe en todos los partidos, tanto de la oposición como del Gobierno. ¿Cómo se puede decir que la política es ajena a esta corrupción con la cantidad de pueblos en los que se ha demostrado la vinculación entre los partidos y la Camorra?
- ¿Cómo se puede poner fin a esta situación?
- Creo que hay que comenzar por el diálogo, hablando con la gente, con la catequesis. Hay que llegar al nivel formativo para conseguir un cambio de mentalidad, para que las personas reflexionen. Es más fácil hacerlo con los jóvenes. Con los adultos hemos conseguido que algunos cambien, pero es mucho más complicado. A los 700-800 menores que cada día pasan por nuestra escuela les inculcamos valores. El problema es que si la familia no colabora, nuestra intervención educativa está abocada al fracaso en un 90% de los casos.
- ¿Es imposible cambiar la mentalidad de los niños?
- Un profesor universitario ha hecho una encuesta interesantísima entre los jóvenes de 10 a 18 años de esta zona. Les preguntaba cuál era la estructura social que hacía más por su barrio. El 80% respondió que la Camorra, un 8% la Iglesia, un 7% la escuela y otras organizaciones y sólo un 5%, el Estado. También existe otra encuesta entre los adolescentes, a los que se les pidió que dijeran quién era su modelo. Un 60% dijo que los camorristas, que tienen buenos coches y una chica guapa al lado. Ésta es la situación, muchas veces me parece que lucho contra Polifemo o contra Goliat. Cuando afrontas la realidad da miedo, te desanima. Sin embargo, el cambio es posible, pero debemos hacer la lucha con dos tipos de Camorra: los clanes que gobiernan el territorio y la mentalidad camorrista. Esta última lastra a la sociedad.
- ¿Cómo se podría mejorar la situación que vive Nápoles?
- El desarrollo se consigue con seguridad. Hay que crear las circunstancias propicias con las que un empresario pueda abrir una fábrica. Si no existe seguridad, cada vez será peor. Ahora mismo, la Camorra lo gobierna todo, tiene secuestrada Nápoles. Además, la gente no quiere afrontar el problema y cuando un camorrista muere, se alegra. Pero no es así, no sólo se matan entre ellos, también matan a Nápoles. La Camorra controla todo: la actividad industrial, los centros comerciales, la política, todo.
- ¿No se desanima por tantas dificultades?
- A veces sí, porque trabajas y no ves resultado. Sin embargo, si salvamos aunque sea un solo niño, es una victoria. Además, hay que recordar que les hemos mostrado a los chicos que existe otra forma de vida honesta y legal. Que hay otra manera de relacionarse con las personas, a través del diálogo y el respeto.
- ¿La situación de Nápoles se explica sólo por la crisis económica?
- La pobreza no es sólo económica, también es moral y cultural. Hay muchas chicas que se quedan embarazadas con 13 o 14 años. Existe una gran incidencia de la concepción del sexo como juego. Hay una gran promiscuidad, casos de violencia física y sexual en las familias. Falta la adquisición de criterios educativos para actuar frente a los hijos. Lo más habitual es la imposición, la violencia, la prepotencia por parte del padre. Este ambiente explica en parte que muchos opten por la delincuencia o por trabajar directamente para la Camorra.
- ¿Se siente respaldado por las instituciones?
- El Ayuntamiento de esta ciudad está obligado a pagar una cantidad por algunos de los niños del colegio, ya que vienen de los servicios sociales, pero no nos paga desde hace 20 meses. Debido a la falta de pago, nos hemos tenido que endeudar con la banca ética para no dejar de dar ese servicio a los chicos. Así, al menos están unas horas fuera del ambiente de sus casas y conocen que hay otras opciones de vida. Ya lo decía mi admirado Pablo VI: «Hasta el hombre más delincuente se puede convertir en el más santo». Como cristianos no debemos olvidarlo.
«La gente guarda silencio y se refugia en su interior»
- ¿Nunca tiene la tentación de dejar esta zona para vivir más tranquilo?
- No me gustaría trabajar en la iglesia de un barrio burgués. No me desanima tener que luchar contra la Camorra, sino tener que hacerlo solo. La gente guarda silencio, se refugia en su interior. Los napolitanos no ejercen su derecho de ciudadanía. Parece que lo han delegado en las instituciones, que han construido un gran sistema basado en el clientelismo y las recomendaciones. Así, la población se ha convertido en un banco de votos. En esta zona, incluso los votos se han comprado por 50 euros o por un par de zapatillas. Nápoles es una ciudad de personas que no levantan la cabeza, que se han habituado al mal. Esto es lo que más desanima, es un muro más alto que el que ha construido Israel para separarse de los palestinos. La situación además se ve empeorada por la Policía, que es corrupta y no genera confianza.
- ¿Tiene previsto hacer algo especial para Navidad?
- Desde hace años organizo una procesión por las calles y vamos por las zonas donde se vende droga. Allí rezamos, cantamos y denunciamos que la droga es sinónimo de muerte. También criticamos a la Camorra y a sus prácticas. Varias veces, los camorristas han tirado petardos para que no se oiga mi mensaje.
Detienen al jefe del clan
El jefe de la Camorra italiana, Edoardo Contini, uno de los 30 huidos de la Justicia considerados más peligrosos, fue arrestado por agentes de la Policía de Estado en la ciudad de Nápoles. Contini, que llevaba siete años huido de la Justicia, es considerado jefe del clan mafioso del mismo nombre que opera en Nápoles. El jefe mafioso, de 52 años y arrestado ayer, figura en la lista de los 30 huidos de la Justicia más peligrosos del Ministerio italiano del Interior. Los agentes de Policía detuvieron a Contini en un apartamento en Nápoles, donde vivía con una familia que le ayudaba y en el que se han encontrado diversos «pizzini» (papelitos con los que los mafiosos comunican sus órdenes). Contini vivía desde hacía año y medio con esa familia y no salía del apartamento, ni tenía teléfono móvil, además de mantener contactos muy reducidos con otras personas, incluso con sus familiares.
El «cura anti-Mafia»
Pasear por Scampia y Secondigliano con Manganiello es la mejor forma de ver el enorme aprecio que tienen los habitantes de esta deprimida zona de Nápoles por su sacerdote, que ha superado los muros de su iglesia para convertirse en un icono de la lucha contra la Camorra. De cada tres personas que nos cruzamos, al menos una lo besa, lo abraza. De 53 años, don Aniello lleva 13 al frente de la Obra Don Guanella, la escuela y parroquia que esta congregación tiene en medio de uno de los santuarios de la mafia. Valiente y apasionado, este sacerdote de origen humilde rechaza que le llamen héroe aunque admite a regañadientes el apelativo de «cura anti-Camorra». «Si por preocuparme por la situación que sufren mis vecinos y tratar de cambiarla tengo que enfrentarme a los camorristas, entonces supongo que sí soy un cura anti-Camorra», reconoce. Su empeño ya le ha costado ser amenazado de muerte por los mafiosos, para los que supone un testigo molesto y un agitador. No tiene miedo, aunque dos de sus predecesores dijeron lo mismo antes de que silenciaran su voz para siempre a tiros. Enamorado de España y del Camino de Santiago, disfruta caminando en vacaciones por espacios abiertos, la antítesis de la aglomeración del barrio donde trabaja.
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