
Asturias
Contra ETA también en el exterior
Es necesario reforzar la acción diplomática contra la falsa imagen que hay de la banda

En medio de la tragedia y el llanto, insondables para las familias, muy dolorosos para toda persona de bien; en medio de la rabia y la desolación, reconforta comprobar que la sociedad española, sus representantes institucionales, sus políticos, los ciudadanos anónimos, todos en suma, son capaces de aparcar sus diferencias para hacer piña frente a los terroristas y arropar a las víctimas y sus familias. Por ventura, ya pasaron los tiempos en que el asesinato de policías, militares o guardias civiles era percibido como una desgracia que no convenía airear públicamente.Hoy, toda España es un clamor y una sola voz contra la banda etarra, tal y como ayer quedó patente en Mallorca, donde los Príncipes de Asturias presidieron el funeral por Diego Salvá y Carlos Sáenz de Tejada, y donde el presidente del Gobierno y el líder de la oposición estuvieron codo con codo para rendir homenaje a los dos jóvenes guardias civiles. La lucha contra los terroristas tiene diversos frentes y exige que todas las piezas de la maquinaria del Estado de Derecho funcionen sin fricciones y sin rechinar, cada cual cumpliendo sus funciones específicas. Policial y judicialmente, el comportamiento y la entrega de los respectivos funcionarios es ejemplar. Políticamente, no hay avance más importante y sustancial que la recuperación de la unidad plena entre PSOE y PP, pues garantiza que la estrategia antiterrorista será siempre la misma, gobierne quien gobierne. En este sentido, hay que subrayar la contundencia de De la Vega, que descartó, como hace siempre, cualquier hipótesis negociadora, y la actitud del lendakari López, que en un gesto altamente simbólico llevó ayer a Mallorca la representación de todos los vascos. En otros frentes, sin embargo, aún queda mucho terreno por recorrer. Como en el de la diplomacia internacional. No se comprende que tras medio siglo de terrorismo infame y con de casi novecientos asesinatos a sus espaldas, la banda ETA siga gozando en no pocos países de cierta aureola heroica o, al menos, del beneficio de la duda que lleva a los medios de comunicación y a las cancillerías a considerarlos simples «separatistas vascos». Ningún otro grupo terrorista merece, en Estados Unidos, Alemania o Gran Bretaña, tratamiento tan benigno, como si se tratara de unos idealistas luchadores obligados a mancharse de sangre las manos. Desde hace años, ETA cuida de modo especial su imagen internacional, desde Iberoamérica a Europa, y comparte complicidades con movimientos de la izquierda radical. En realidad, sus «campañas de verano» no van sólo contra el turismo español; también utiliza la presencia de millones de turistas europeos como amplificador de sus agresiones y de su marca. Nada satisface tanto a la banda como que países como Gran Bretaña o Alemania alerten desde sus páginas web oficiales de los riesgos de viajar a España por su causa. De todo ello se deduce que el Ministerio de Exteriores y su excelente cuerpo diplomático también deben redoblar los esfuerzos para aislar internacionalmente a los etarras, desmontar los equívocos y presunciones que les benefician y minimizar el eco de sus fechorías. Se trata de un frente muy sensible y vital. No debe olvidarse, porque fue un episodio humillante, que en la pasada Legislatura los batasunos lograron que el Parlamento Europeo le abriera sus puertas pese a figurar en la lista de organizaciones terroristas. Por contra, es muy ilustrativa la reacción con la que acogieron la sentencia del Tribunal de Estrasburgo: «Una castástrofe», dijo Otegi. Pues bien, ése es el camino: que ETA llegue a calificar de catástrofe el repudio general.
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