Historia

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Del Bosque y Gemio reciben su peso en Rioja

La Razón
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Los premios Gonzalo de Berceo pesan al famoseo y en vez de una placa conmemorativa ofrecen los kilos físicos del participante trocados en Gran Reserva de un rojo granate con suavidades de teja. Su descripción casi parece una definición paisajística o el trazo de un aguafuerte «porque es equilibrado e intenso. Destacan los aromas a vainilla y tostados, además de ofrecer un espléndido equilibrio entre astringencia y suavidad», describía ufano, copa en mano, el factotum de estas añadas que es Luis Gurpegui con el apoyo tierno y exquisito de su esposa Victoria, señora a la vieja usanza. Mientras los grandes cosecheros de Rioja transforman sus bodegas modernizándolas con arquitectos de postín y ya existe un recorrido turístico que lo mismo calibra la crianza que los alardes de nuevas instalaciones, otros siguen apegados a la ya tradición, como estas recompensas otorgadas tras el paso por la romana manteniendo la tradición del pesado.

 

Cita tradicional

Gracil, como ilusionada o con esperanzas renovadas, acudió Isabel Gemio después de esperar a Nilo Manrique. Hasta que el cubano no llegó, no entró en el salón del Hotel Palace, un recinto a media luz casi como el resto de las dependencias. Crea un clima tenue, cálido y relajante, tanto como el mismo Rioja. Todo son suavidades ambientales y fueron un contraste a la aparente rudeza de Vicente del Bosque, muy aligerado de peso después de perder 19 kilos en sólo dos meses que le ponen en los actuales 103. La relativa delgadez no le restó humanidad ni sonrisas ampliadas por Mary Trini, su rubia esposa. Un encanto encargado de tenerle gastronómicamente a raya: «Es cuestión de concienciarse», reconocía el deportista desde su imponencia física equiparable al 1,88 de la campeona europea de triple salto Carlota Castrejana, cuya largura acentuaba con la túnica grisácea que lucía muy entonada con el aterciopelado negro que Nilo llevaba sobre una camiseta roja. Componía buena mixtura ante el alarde de alguna invitada, incluso con un traje largo, mientras Juan Echanove llegó bastante ligero de equipaje, nada que ver con el físico lucido en «El cerdo». «Estoy en 87», casi alardeaba ante Lorenzo Díaz, quien pasa las mañanas pipa gracias a las colaboraciones que realiza en el programa de Carlos Herrerra, un animador siempre con un buen ánimo que contagia. Lo subrayó Luis Sánchez Bardón ante José Peñín, reconocido por su labor al apoyar la cultura gastronómica como anteriormente lo han sido Joaquín Merino, Lola Herrera, Antonio Resines –insoportable en la serie televisiva, apenas se le entiende–, Iker Casillas –con quien Eva González evita convivir–, Manuel Cobo, Imanol Uribe, que también andaba por allí, el irreemplazable Luis García Berlanga, Miguel Bosé, tan repudiador de la Prensa del corazón, Carlos Sáinz, David Meca, la recuperada Luz Casal y Carme Ruscalleda. Un palmarés más que envidiable exaltador de los grandes vinos riojanos durante una cita imprescindible y tradicional.