Barcelona
Dos formas de nacionalismo
Se viene comparando el movimiento independentista que ha llevado a la secesión de Kosovo con los movimientos nacionalistas españoles. La analogía no está mal traída. En muchos países europeos existen tendencias nacionalistas con una capacidad impredecible de desestabilización, sin contar con que el nacionalismo ha provocado algunas de las mayores atrocidades que se han cometido en la historia del siglo XX, como la que se lleva perpetrando en el País Vasco desde hace treinta años. Hay una diferencia clave. Y es que nuestros secesionistas, en particular los catalanes, no quieren… secesionarse. A principios del siglo XX, el Partido Conservador se suicidó en Barcelona al abandonar la regeneración política de Cataluña a los que entonces se llamaban «regionalistas». Romanones, el jefe del Partido Liberal, creyó comprender luego que lo único que querían los «regionalistas» era que no se les molestara desde Madrid. No era ese el caso. El proyecto iba mucho más allá, como se ha demostrado cuando los herederos del «regionalismo», ya estén encuadrados en partidos de derechas o en el socialista, lo han convertido en lo que es ahora mismo. En el fondo, los nacionalistas catalanes aplazan la secesión para un porvenir infinitamente lejano. Lo suyo no es adoptar las decisiones que llevarían a tomar las riendas de una nueva nación. Lo suyo es crear (los nacionalistas dirían restaurar) esa nación sin perder las ventajas que les ofrece una relación privilegiada con España. Más aún, como España no es una nación y Cataluña sí lo es, tiene rango superior dentro de la auténtica constitución política de esa «cosa viva» que es España. Por eso los nacionalistas aspiran a que Cataluña lidere el proyecto español, lo vertebre y nos salve de nosotros mismos. Seguir este guión es el triste papel aceptado por el progresismo español, y parte de la derecha, haciendo suyo el desprecio hacia España meticulosamente cultivado por los nacionalistas, desprecio que unas veces parece movido por la envidia y otras por el odio. Los motivos son secundarios. Lo importante es tomar conciencia cabal del significado que para los españoles tiene el proyecto nacionalista catalán.
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