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El diario secreto de Centelles

El diario secreto de Centelles
El diario secreto de Centelleslarazon

Agustí Centelles vivió ochenta años, la mayor parte de ellos con una cámara al hombro. Se convirtió sin quererlo en el gran fotógrafo de la Guerra Civil española. Murió el 1 de diciembre de 1985, recién rehabilitado como fotoperiodista, profesión que las autoridades franquistas le arrebataron, con una consideración que lo sitúa a la altura de Capa (le queda corto llamarle el «Capa español») y de otros grandes fotoreporteros y con los papeles en regla. Es decir: con un diario en el que relata los días pasados en el campo de concentración francés de Bram. En 1986, su hijo Sergi encontró dos cuadernos guardados en el escritorio del padre. Empezó a leer: «A mi hijo Sergi y a los que puedan venir posteriormente. Empiezo este relato de lo que es y ha sido mi vida en unos momentos trágicos para mí. Recluido en un campo de concentración en calidad de "refugiado", según las autoridades francesas...». Era el 20 de abril de 1939 y hacía semanas que había cruzado la frontera francesa, como tantos otros, sin un destino fijo. En Barcelona dejó a su mujer y a su hijo. Sergi Centelles no pudo seguir leyendo y guardó el diario.Al grito de «alé, alé»A diferencia de otros testimonios –y por suspuesto de cómo la historia es luego contada–, la confesión de Agustí Centelles mantiene un estilo sobrio, sincero, sin una gota de heroismo. Tiene la virtud de ser verdad. Cuenta el día a día sin más, explicando cómo se sobrevive en las playas de Banyuls, primero; luego, hacinados en las barracas del campo de Bram y, sobre todo, humillados por el trato que le dan los frances. «Alé, alé» («¡Vamos, vamos!» fue el grito con el que la Francia que le abrió poco después las puertas de París a Hitler recibió a los republicanos españoles). Un diario sin un sólo adjetivo. Su escritura es como una cámara fotográfica: elije el momento y dispara. «Todas las mañanas se concentran en un sitio determinado del campo los que regresan a España. Los zurran de forma desaforada. ¡Qué embrutecimiento! No comprenden nada. ¡Qué inculto es el pueblo español! He estado haciendo cola durante cerca de tres horas para recoger un pedazo de pan. He lavado la ropa junto al mar. Hoy ha vuelto a soplar viento, y muy fuerte». (13 de febrero). Un itinerario exactoSe siente como un delincuente en un país que se ufana de su lema universal (libertad, igualdad, fraternidad), pero que permite que «miles de hombres jóvenes, capacitados manualmente unos, trabajadores del intelecto otros, especialistas, técnicos, etc., vivan aprisionados por las alambradas y las bayonetas...» (6 de julio). La única sentencia en la que Centelles parece descargar tanta humillación tiene algo de premonitorio: «Algún día, Francia lo lamentará». Un año después, en mayo de 1940, Alemania invadió Fracia, pero no todos los franceses lo lamentaron. Teresa Ferré, una joven estudiante de periodismo, se había interesado por la obra de Agustí Centelles, un fotógrafo del que apenas había documentación, pero cuyas fotografías marcaban un itinerario exacto de los años más duros de la historia de España del siglo XX. Pudo leer los diarios y transcribirlos: «Hice una copia porque no quería tener aquel material único. Y empezó la lectura. Y allí estaba la biografía que yo buscaba, escrita en letra pequeña aprovechando al máximo el espacio», dice. Centelles, añade, era consciente de lo que suponía tener papel en un campo de concentración. Entonces fue cuando Sergi Centelles leyó los diarios de su padre. Se emocionó y todavía hoy no puede evitarlo. Pero Centelles no sólo escribió, sino que siguió trabajando como fotógrafo atendiendo los encargos de los gendarmes del campo. Guardaba su cámara Leica (la misma que usaba Capa), que pagó a plazos e improvisó un «laboratorio». «Me meto en el "cuarto oscuro"y preparo unos cuantos encargos de última hora. Hago un fotomontaje de once fotos de la fiesta del 14 de julio. Se las regalamos al capitán Cassagne» (22 de julio). Pero Centelles se dedicó además a documentar la vida en el campo, poniéndole ojos a su relato escrito: los días alegres y los tristes, las colas, las aglomeraciones en los barracones. Pero fue la fotografía quien le salvó. «Me llaman al Comisariado. Allí encuentro a un individuo que busca a un fotógrafo para trabajar en Carcasona. Me pregunta si soy profesional. Le intereso y me dice que si quiero ir a trabajar» (13 de septiembre). La movilización en Francia había dejado muchos oficios sin atender y se necesitaba mano de obra. Trabaja haciendo fotos de pasaporte y postales con unos medios rudimentarios: sólo hay una cubeta. «Trabajo como un negro. La nuera de la casa me ha buscado una "chambre"en la calle de al lado de la casa de fotos» (17 de septiembre). La buena relación con la familia con la que vivía, los Dejeihl, le permitió esconder los miles de negativos que trajo de España y cruzaron con él la frontera, una maleta con cuatro mil negativos, además de las seiscientas fotrografías que realizó en el campo de Bram.A partir de 1940, Centelles entra a formar parte de la Resistencia francesa, también como fotógrafo: trabaja en un laboratorio en el que prepara documentación falsa. La detención por la Gestapo del grupo de resistentes con los que colaboraba, precipitó su entrada clandestina a España, primero a Barcelona y luego a Reus, pero antes del viaje esconde las fotografías y los negativos en casa de sus amigos de Carcasona. Tema tabúAl leer los diarios de su padre, a Sergi Centelles no sólo le emocionó la capacidad de sufrimiento de aquellos exiliados, sino la entereza y silencio con el que guardaron su memoria: «Sin pedir nada a cambio». Lo comprendió cuando en 1976, muerto Franco, regresó a Carcasona para recuperar su archivo fotográfico. Todavía sin poder ejercer el periodismo gráfico, Centelles se dedicó a positivar todos los negativos. Fue como si volviese a la vida. Es una incógnita cómo será recibida en Francia la exposición con las fotografías realizadas en el campo de concentración de Bram. El Museo Jeu de Paume de París, que dirige Marta Gili, prepara una muestra con estos documentos en el que está reflejado el trato que los franceses dieron a los exiliados españoles, un tema tabú que para Francia sigue siendo tan incómodo como la guerra de Argelia.