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El padre de India: El día que Nehru tomó el poder

El padre de India: El día que Nehru tomó el poder
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Hubo un hombre que no se unió a las celebraciones en la noche que se declaró la independencia de India. El Mahatma Gandhi se quedó en Calcuta, ayunando y esforzándose por mantener la paz en una ciudad que un año antes ya había sido asolada por las matanzas. No vio ningún motivo de celebración. En lugar de gritos de júbilo, escuchó los alaridos de las mujeres abiertas en canal en la matanza sangrienta; en lugar de consignas de libertad, escuchó los aullidos de asaltantes enloquecidos que disparaban sus armas contra refugiados indefensos, y el silencio de los trenes que llegaban atestados de cadáveres de la gente masacrada durante el viaje; en lugar del amanecer de la promesa de Jawaharlal Nehru, sólo vio la larga noche lúgubre que estaba partiendo su país en dos [...]. Profundamente decepcionado por la conducta de su propia gente (de todas las religiones), el Mahatma anunció que pasaría el resto de su vida en Pakistán, una perspectiva que alarmó a todos los dirigentes de la Liga. Pero nunca llegó a irse: el 30 de enero de 1948, un extremista hindú al que indignaba la simpatía que Gandhi sentía por los musulmanes lo mató a tiros después de una sesión de rezos. El Mahatma Gandhi murió pronunciando el nombre de Dios. La nación, apesadumbrada, halló un triste consuelo en el hecho de que su asesino hubiera sido hindú y no musulmán; la ira revanchista que un asesino musulmán hubiera provocado en la población contra sus correligionarios habría convertido los disturbios de la partición en una pelea de patio de colegio. «La luz de nuestras vidas se ha apagado y todo está oscuro», declaró un compungido Nehru en un conmovedor mensaje transmitido por radio a la nación. «La luz se ha apagado, he dicho, y sin embargo me equivocaba. Porque esa luz representaba algo más que el presente inmediato; representaba la verdad viva, las verdades eternas, que nos recuerdan dónde está el buen camino, nos apartan del error y llevan a este antiguo país a la libertad». Jawaharlal Nehru había perdido a una figura paterna; después de la muerte de Motilal había crecido junto a Gandhi y dependía de la sabiduría, el consejo y la protección del Mahatma. Ahora, a los 58 años, estaba realmente solo. Los primeros meses de independencia no fueron en absoluto fáciles. Nehru, que se conmovía fácilmente, se vio envuelto en el drama humano de la época. Un día lo vieron llorar mientras contemplaba a una víctima, y descargar su ira contra un asaltante horas después. Sus amigos creían que su salud física corría peligro cuando recorría ciudades y pueblos, ordenando a sus guardaespaldas personales que dispararan contra cualquier hindú que pudiera atacar a un musulmán, proporcionando refugio en su propio hogar en Delhi a musulmanes que temían por sus vidas y dando empleo a jóvenes refugiados que lo habían perdido todo. Presión angustiosa Los asuntos de Estado eran igualmente agotadores. El nuevo primer ministro de India tuvo que afrontar las consecuencias de la matanza que se extendía por todo el país; presidir la integración de los principados en la Unión India; resolver disputas con Pakistán sobre asuntos relacionados con la división de la economía, el ejército y el territorio; soportar el masivo desplazamiento interno, a medida que los refugiados entraban en masa en Delhi y en otras ciudades; mantener unida a una nación rebelde y dividida; y definir las prioridades nacionales e internacionales. Para todas estas cuestiones, salvo la política exterior, Nehru confiaba enormemente en Sardar Patel, quien unificó al nuevo país con su extraordinaria habilidad política y administrativa y su voluntad de hierro[...]. Como primer ministro, Nehru fue el único responsable de muchas de las decisiones tomadas durante el tenso periodo transcurrido entre 1947 y 1949, pero podría aducirse que todavía se estaba habituando al cargo de líder gubernamental y que en muchos asuntos claves se limitaba a aceptar la voluntad de Patel y de Lord Mountbatten, el último virrey de la India británica. Nehru fue la voz indiscutible del nacionalismo indio, el hombre que había «descubierto» India en su imaginación, pero no podía construir la India que imaginaba sin ayuda. Cuando los dirigentes musulmanes de Junagadh y Hyderabad, ambos principados de mayoría hindú rodeados de territorio indio, coquetearon con la independencia (en el caso de Hyderabad) y con la adhesión a Pakistán (en el de Junagadh), el Ejército indio los invadió sin apenas disparar un tiro. En ambos casos fue Patel quien tomó la decisión, con el consentimiento de Nehru. Cuando el marajá hindú de Jammu y Cachemira intentó posponer la decisión de unirse o bien a India o a Pakistán y los soldados «irregulares» pashtunes de Pakistán invadieron su estado, fue Mountbatten quien insistió en que la anexión a India se convirtiera en condición previa para enviar al Ejército a combatir contra los invasores. Nehru, quien confiaba en el apoyo de la opinión pública de Cachemira manifestado a su vez en el apoyo al nacionalista laico jeque Abdullah, condicionó la anexión a la voluntad del pueblo: fue Nehru quien propuso que se celebrara inmediatamente un plebiscito. Pero cuando el Ejército paquistaní se unió a la refriega, y a medida que India iba ganando la batalla, prevaleció la decisión de Mountbatten, contra el consejo de Patel, de declarar un alto el fuego y llevar la disputa a las Naciones Unidas [...]. Continuidad, no cambio Además de tratar importantes asuntos de Estado, Nehru tuvo que ocuparse de cuestiones de política interna. Había sorprendido a algunos de sus defensores más fervientes por su resistencia a abrazar un cambio radical y su disposición a retener a los mismos funcionarios y miembros de las fuerzas armadas que habían servido al Raj británico, cuyo «armazón de acero» continuó conformando la superestructura administrativa de la India independiente. El Gobierno demostró su valía al encargarse de la reinserción de unos siete millones de refugiados procedentes de Pakistán, una extraordinaria hazaña política y administrativa. Pero los funcionarios públicos no renunciaron a las tradiciones colonialistas aprendidas de sus dirigentes británicos; Nehru no se esforzó en inculcarles una cultura del desarrollo ni una nueva ética de servicio al pueblo. La continuidad, y no el cambio, era la consigna. Muchos revolucionarios, que habían ido a la cárcel mientras estos funcionarios prosperaban durante el mandato británico, se sintieron traicionados. Los socialistas del Congreso, herederos de aquellos que habían encontrado a Nehru poco radical en las décadas de 1920 y 1930, se separaron oficialmente del partido en marzo de 1948. Nehru compartía sus ideales pero estaba, en su opinión, al servicio de las fuerzas capitalistas y derechistas; su habilidad para pactar y cooperar con los que antes había denunciado, incluso su ecléctico gabinete conformado por miembros de todas las tendencias, fueron vistos como prueba de que no llevaría nunca el socialismo a India. Jawaharlal lamentó su marcha y particularmente la de su líder, un hombre de integridad y fuerza de carácter poco comunes, Jayaprakash ( JP) Narayan. Si el Congreso se hubiera dividido por cuestiones puramente ideológicas, Jawaharlal podría haber pertenecido a este grupo; pero era primer ministro y presidente de un partido que había obtenido la libertad de India, y aún luchaba por representar a las distintas corrientes de opinión que habían defendido esta causa [...] La cuestión religiosa La ideología no era la única cuestión divisoria; el secularismo era igualmente importante. Al resistir las corrientes antimusulmanas de su partido que cobraron prominencia después de la partición, Jawaharlal reconoció que la creación de la nación musulmana -el gran triunfo de Jinnah- había debilitado los argumentos a favor del secularismo en India y había aumentado el sentimiento etnocentrista en las mentes de los políticos que antes se consideraban gandhianos. La continua afluencia de refugiados hindúes desde Pakistán endureció las actitudes en India. La correspondencia de Nehru en 1948 y 1949 revela su creciente desesperación por el aumento de sentimientos antimusulmanes, lo que denominó la «mentalidad del refugiado». Con todo, Jawaharlal continuó siendo un acérrimo defensor del lugar que les correspondía a los musulmanes en una India secular, postura de la que nunca se alejó ni personal ni políticamente. Su visión de India rechazaba explícitamente la teoría de las dos naciones; tras haber desdeñado los argumentos que habían desembocado en la creación de un Estado para los musulmanes, Nehru no iba a sucumbir a la tentación de copiar dichos argumentos para permitir que India se convirtiera en un estado para los hindúes. «Mientras sea primer ministro», declaró en 1950, «no permitiré que los postulados sectarios conformen nuestra política». Durante las elecciones de 1952 manifestó ante una multitud en Vieja Delhi: «Si alguna persona alza la mano para golpear a otra por motivos religiosos, lucharé contra ella hasta mi último aliento, tanto desde la jefatura del Gobierno como desde fuera». ¿Título del libro: «Nehru: la invención de India». ¿Autor: Shashi Tharoor. ¿Edita: Tusquets. ¿Sinopsis: Nehru fue capaz de construir un país sobre los rescoldos del Imperio británico. Esta biografía narra su labor para acabar con las luchas religiosas y los atavismos sociales que lastraron al subcontinente desde su independencia.