Crítica de cine
El placer de la jubilación
Dirección y guión: Andreas Dresen. Intérpretes: Ursula Werner, Horst Rehberg, Horst Westphal y Steffi Kühnert. Alemania, 2008. Duración: 98 minutos. Drama.Se trata de romper prejuicios, que el sexo sigue despertando la risa nerviosa y la tercera edad sólo puede entenderse desde su pertenencia a una vida inmóvil, sin deseos, acaso limitada por los confines de una casa de reposo. ¿Qué ocurre, pues, cuando vemos que ese reposo no existe, que es una imposición social, que el cine está para devolverle el placer al ser humano, aunque esté en edad de jubilarse? De ahí, suponemos, la urgencia de Andreas Dresen en poner las cartas sobre la mesa: a los cinco minutos, Inge (magnífica Ursula Werner), modista a domicilio, aborda a uno de sus clientes, y la escena, un simple aquí-te-pillo-aquí-te-mato, con sus carnes flácidas y agrietadas, es de una honestidad aplastante. Después del sexo, llegan las dudas del adulterio, y entonces Dresen se pregunta qué ocurre con las emociones después de tantos años, qué pasa con el marido ultrajado, qué siente la culpable. Ahí, quizá, se pierde el hilo, porque los nervios, la histeria, el rechazo como movimiento de atracción y repulsión, se hacen demasiado presentes, y no dejan respirar a los amantes, ni a los que fueron ni a los que serán. Tal vez por eso Dresen termina «En el séptimo cielo» con lo que parece un castigo trágico, un error de cálculo que está a punto de malograr este sincero documental que habla de un amor ajado y un amor renovado, ambos, por supuesto, destinados al fracaso.
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