El recuerdo borroso de Tiananmen

«Fueron demasiado lejos. Les advertí que las amenazas del Gobierno de Deng Xiaoping iban en serio». Ésta es la respuesta que nos dio Wang Jisi, profesor de Pekin University (PKU) cuando le preguntamos sobre la brutal represión del movimiento estudiantil pro democrático ocurrida el 3 y 4 de junio de 1989 en la Plaza de Tiananmen y que surgió, precisamente, de las aulas de ese centro universitario.
Las palabras de Wang Jisi, miembro del Partido Comunista chino y asesor gubernamental en las relaciones con EE UU, demuestran que el examen de conciencia o la crítica respecto a lo que supuso un uso desmesurado de la fuerza contra su propia población está lejos de instalarse entre los intelectuales o académicos comunistas, por lo menos, en la esfera pública. En la víspera del aniversario, el portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Qing Gang, se reafirmó ayer en este discurso oficial y se refirió a la tragedia como «aquel incidente político que ocurrió a finales de los ochenta».
La revuelta estudiantil se produjo en el contexto de las protestas en favor de la democracia que tuvieron lugar en las repúblicas soviéticas al calor de la Perestroika de Gorbachov. Dos semanas antes de la masacre, el 15 de mayo, el líder ruso visitó a Deng Xiaoping para promover una apertura del régimen. El oficialismo sostuvo entonces y mantiene ahora que el movimiento era un factor de desestabilización y que ponía en peligro las reformas económicas de Deng Xiaoping con su «Gran paso hacia delante», que significó el abandono de la planificación para asumir un modelo más libre. El espectacular crecimiento ha funcionado como una especie de coartada para la clase dirigente. Tanto es así que la opinión pública, sin una información del todo clara, permanece dividida en torno a si la represión pemitió o no el desarrollo posterior. La propaganda china sigue situando a «organizaciones extranjeras reaccionarias» y una «conspiración de varios miembros del PCCh» detrás de las manifestaciones de esos días.
Coincidiendo con el vigésimo aniversario, han salido a la luz las memorias de Zhao Ziyang, dirigente reformista que se opuso sin éxito a que el Ejército saliera con los tanques. El enfrentamiento le valió el arresto domiciliario. Las cintas que grabó contando la batalla en el PCCh han permitido reconstruir los hechos. Hoy, la China de Hu Jintao sigue amenazada por las fracturas internas. La corrupción del Partido Comunista, la división entre el campo y la ciudad agudizada por la crisis económica o las distintas sensibilidades del estamento militar hacen revivir el «fantasma» de las revueltas. Internet, además, ha surgido como una vía de escape para la crítica interna a pesar del férreo control que ejercen las autoridades chinas en la red. Ayer, el régimen comunista bloqueó durante unas horas el acceso a Twitter, a Hotmail y Bing. Un síntoma del temor del Gobierno a las nuevas tecnologías.
Hong Kong será la única ciudad que acogerá actos de conmemoración de la tragedia de Tiananmen. Al régimen le interesa olvidar porque su imagen quedó tocada. El entonces presidente americano, George Bush, suspendió los contactos militares con el PLA, la transferencia de tecnología o la emisión de visados para estudiar en EE UU. Pekín, centrado en su «crecimiento pacífico», quiere evitar cualquier fricción con Norteamérica pero también acallar las voces críticas. Un difícil equilibrio que, a menudo, se salda con víctimas anónimas.


Cronología: Mayo -junio 1989
15 de mayo: Mijail Gorbachov visita a Deng Xiaoping para promover una apertura del régimen chino.
17 de mayo: Cerca de 1,2 millones de manifestantes salen a las calles de Pekín. Zhao Ziyang trata de intermediar.
3 y 4 de junio: Los tanques del Ejército chino salen a la calle y abren fuego contra los estudiantes desarmados.

Víctimas
7.000 MUERTOS según la Alianza Atlántica
2.600 SEGÚN Cruz Roja
195 FALLECIDOS reclamados por los familiares