Sevilla
El tubo de imagen del televisor
La Maestranza ya se ha vestido de feria. La Puerta del Príncipe es un hervidero de estrellas del mundo catódico. Hay quien se resiste a dejar la manzanilla helada en el Real para sentarse en el cemento. Y otros que van a los toros a darse un postre de popularidad. Ambiente de feria en el Baratillo quiere decir que se multiplican los vocingleros, la gente llega tarde diez minutos por caprichoso imperativo y crecen las chaquetas a rayas. Ayer estuve muy atento a las lipotimias. Son otro ingrediente básico de los días de farolillos, pero casualmente no hubo ninguna. La gente avizora los tendidos para hacerse con una presa de las que desfilan por el tubo de imagen del televisor.Llevo unos días saltando de un lado a otro en la plaza. Mi compañera de localidad de ayer se llamaba Mercedes. Es de las personas a las que le preguntas si es de la capital y te da pelos y señales: «Estoy partida. Quiero decir que paso los meses de calor en Fuentes de Andalucía y el resto en Sevilla». Mercedes es experta en cazar rostros conocidos. El anillo maestrante es para ella como un libro de Wally. «Mira, ahí está la Duquesa de Alba, en el Palco de los Maestrantes, junto a la mujer de la blusita color zanahoria. Y allí Espartaco, con la chaqueta celeste». Cuenta las filas: «una, dos, tres... ¿Y sabes a quién echo de menos? A Curro Romero...». En el segundo toro recibo un sms: «Bono está en el Palco de Autoridades. Habrá venido a ver a su amigo Rivera Ordóñez, como está caliente la cosa con lo de la medallita...». La Maestranza es respetuosa. Con la angustiosa cogida que sufrió al entrar a matar a su primero, nadie en el tendido hizo alusión a la polémica, aunque el deslavazado tercio de banderillas del madrileño a este toro abonó el terreno.El que salió triunfante fue José Mari Manzanares. El alicantino cuenta con el plácet de La Maestranza. Dice Raúl del Pozo que le han puesto aquí abajo el capelo de cardenal. Otra vez descorchó la gloria en el último de la tarde, cuando las corridas grises como las de ayer han entrado ya en estado mitad soñoliento y mitad resignado. Manzanares estuvo muy bien con un toro mansote y que se le quedó parado varias ocasiones a mitad del viaje. Lo importante es que fue una faena de menos a más, que al final destiló naturales rematados detrás de la cadera y derechazos con media muleta arrastrando por el albero. Mató como un león y se llevó a su casa justo premio. Y mi compañera de localidad se llevaría doble alegrón: pegó la hebra largo y tendido, localizó a los «wallys» de los tendidos y vio a El Juli cortar una oreja y dos a Manzanares. A que merece la pena venir a los toros...
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