Historia
Felicidades «Flaco»
Serían cerca de las 18:15 de la tarde del domingo 27 de enero, cuando la aparición en Riazor de un jugador acompañando al cuarto árbitro se llevaba el protagonismo de las cámaras y las miradas de los allí presentes. Juan Carlos Valerón esperaba ansioso, de nuevo, recuperar el carné de futbolista ante el Valladolid, después de dos años trabajando en la sombra acompañado de su inseparable FE. «¡Coño! Pues no se va a emocionar éste a estas alturas», escuché de mis entrañas tras la primera pisada del «Flaco» sobre un terreno de juego que deseaba, de nuevo, dar cobijo a sus toques aterciopelados. No era para menos, el grancanario deja huella de dinosaurio allá por donde va; a su infinita técnica sólo la eclipsa una bondad y una generosidad que tiene abiertas las 24 horas. Todavía recuerdo la primera vez que lo llevé a comer a casa: cada vez que cortaba un trozo de pan para mojar uno de los dos platos de cocido montañés que se zampó, el prenda, nos pedía permiso. Eso sí, nos lo pidió doce veces. Una pena que por entonces se instalase para siempre en nuestros corazones y no se afincase en el Calderón. Futbolísticamente, reunía condiciones para haber sido ídolo en el Manzanares unos cuantos años, pero las urgencias y su carácter hicieron del bueno de Juan Carlos otro cliente más de la trituradora rojiblanca.
Ahora, la esperada y deseada vuelta de Juan Carlos Valerón no tiene que confundir al aficionado coruñés. No llega para esta segunda vuelta como socorrista, ni como salvador, qué va. Todo lo contrario. Después de tanta inactividad, el futbolista necesita ayuda, paciencia y un dosificador llamado «Mister». No tengo duda de que en este tiempo no le han requisado su enorme talento, tampoco nadie le ha incautado su agudizado ingenio ni han demolido su infinita fantasía, pero es muy importante no dejarse llevar por la euforia ni la mala clasificación para presionarle.
Esa repetida lesión y su larguísima recuperación no entienden de ultimátum. Valerón debe familiarizarse, tranquilamente, con unas sensaciones recuperables, pero ahora olvidadas. «Flaco», felicidades y a disfrutar con el balón, como el otro día. La primera que tocas y caño. ¡La cabra siempre tira al monte!
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