Londres

Isabel II pone firme al servicio

La soberana obligará a sus trabajadores a devolver todos los objetos relacionados con los Windsor cuando dejen su empleo. Los sirvientes consideran ilegal esta medida

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Pobre de Gracita Morales si en sus tiempos de cofia y delantal hubiera caído en manos de Isabel II. Con vistas a 2009, la monarca británica no está llena de buenos propósitos, sino más bien nuevas cláusulas para sus empleados. En concreto, el personal del Palacio de Buckingham han recibido la orden de devolver todos los recuerdos cuando abandonen su empleo, según informa «News of the World». El inventario incluye cartas, memorandos reales, regalos y cualquier otro objeto que sirva para hablar sobre la Familia Real. El encargado jefe de Palacio, David Walker, ha notificado que las nuevas medidas afectan a más de 200 trabajadores, incluidos mayordomos, costureros, cocineros y limpiadores. Se trata de la penúltima medida tomada por la soberana para evitar que salga a la luz pública la vida privada de los Windsor, después de que algún que otro sirviente indiscreto se rindiera a los pies de la fama. Fue la autobiografía del mayordomo de Lady Di, Paul Burrell, la que marcó un antes y un después. Sus revelaciones sobre las intimidades palaciegas a golpe de talonario llevaron a los Windsor a obligar al servicio a firmar una cláusula de confidencialidad que establece que cualquier ingreso que puedan obtener gracias a la vida privada de sus empleadores tendrá que ser destinado a obras de caridad. Isabel II incrementó aún más las medidas de seguridad después de que en 2003 un periodista del «Daily Mirror» se infiltrara en sus dependencias durante dos meses como un criado con documentación falsa. Desde entonces Buckingham invierte una media anual de 200.000 euros más en abogados para combatir a los mayordomos cotillas. La lista de la compra No es de extrañar que ahora la reina quiera controlar hasta la lista de la compra. Y es que, en el último lote de recuerdos de su familia subastados en agosto, se incluyó una nota de la Reina Madre pidiendo ginebra y Dubonnet. Fue vendida por 23.000 euros y formaba parte de los objetos que se llevó William Tallon, un empleado ya fallecido que sirvió a la familia durante 51 años. Sus herederos obviaron cualquier gesto de fidelidad a la Monarquía cuando se toparon con el botín. Fulminante fue el despido de otro empleado que intentó subastar en internet el tradicional pudín que la reina de Inglaterra regala a sus empleados por Navidad. A pesar de los antecedentes, los trabajadores de Palacio han señalado que desempeñar su labor en Buckingham con estos controles «es como trabajar para el MI5 -el servicio secreto británico-». Algunos piensan en demandar a la reina si ésta opta por incluir esta cláusula de confidencialidad en sus contratos, una premisa que según ellos sería ilegal. Dicen que hasta James Bond se lo está pensando antes de firmar su renovación al servicio de su Graciosa Majestad.