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La generación «póntelo pónselo»

18 años después de su campaña más polémica, el PSOE lanza otra cruzada por el sexo seguro. Ha llovido mucho desde entonces, pero aún nadie ha dado con la fórmula mágica

La generación «póntelo pónselo»
La generación «póntelo pónselo»larazon

Parece que fue ayer y, sin embargo, el día menos pensado la pequeña de los Alcántara aparecerá en un capítulo de «Cuéntame...» reconociendo ante un director de colegio con facha de ministro franquista y un profesor de gimnasia resultón que es la dueña del famoso preservativo de la mochila. 18 años después de aquel «póntelo, pónselo», la polémica campaña con la que la ministra Matilde Fernández dividió a la sociedad, un Gobierno socialista se ha vuelto a embarcar en una cruzada por el sexo seguro. ¿Han cambiado muchas cosas desde entonces? ¿Se ha logrado atajar el problema? ¿Sirven de algo las campañas? Sí. No. Y depende. La primera diferencia está en el envoltorio. Es obvio que, para bien o para mal, el eslogan de 1990 caló en la sociedad y corrió mejor suerte que la propia campaña. No parece que vaya a ocurrir lo mismo con la idea del ministro Soria. Una vez asumido que no veremos a los adolescentes de hoy recorrer los pasillos del colegio moviendo las manos al ritmo de hip-hop y canturreando «tronco, yo no corono rollos con bombo» o «con koko yo gozo mogollón», es inevitable hacer comparaciones. La primera tiene que ver simplemente con las cifras, sin colorantes ni conservantes: la tasa de embarazos no deseados en menores se ha duplicado en diez años, los abortos crecen a un ritmo anual del 10% y la mitad de los adolescentes confiesa que sigue manteniendo relaciones sin preservativo. La segunda comparación está relacionada con el espíritu de la propia campaña. Un simple paseo por una universidad madrileña basta para comprobar que a los que acaban de cumplir los 18 les seduce más el viejo eslogan que el moderno de «stop rollos con bombo». «Cuando sabes que alguien va a tener relaciones siempre le dices aquello de ``póntelo, pónselo¿¿», explica Andrea Gálvez. «Se nota que la campaña no la han hecho jóvenes, parece más bien obra de adultos inmaduros», explica Ángel Asensio. «Pero es cierto que lo de ``rollos con bombo¿¿ acojona un poco», tercia su compañero Carlos Matías. Y una más: «¿Y qué pasa con los que no nos gusta el rap?», se pregunta Rocío. El chaparrón y la lluvia fina A pesar de todo, la principal crítica que recibe esta especie de «mola mazo» a lo rapero no está en el lenguaje. José Zamarriego, presidente de la Comisión de Bioética de la Sociedad Española de Ginecología y ponente en la Comisión sobre el aborto del Congreso, lo explica de una forma muy gráfica: «Toda campaña que intente prevenir es en sí misma buena, pero es la forma lo que a veces falla. Ahora estamos produciendo chaparrones, que vienen con fuerza y se van rápido. Y para que haya una prevención eficaz debe ser una lluvia fina». El tormentón del que habla el doctor Zamarriego ha costado 2,2 millones de euros y durará apenas dos semanas. Después -promete el Ministerio- habrá más iniciativas como ésta. «Hay que ser perseverantes, porque si sólo es un fogonazo no perdura. Las campañas no sólo hay que dirigirlas a los jóvenes, sino también a educadores y padres. ¿Cuántos oirán esta canción?», se pregunta Zamarriego. «Los hijos de los demás» Sean muchos o pocos, lo que parece claro es que una cosa es oír y otra escuchar. Hasta los defensores a ultranza de la campaña, como la Federación Española de Sociedades de Sexología, admiten que desde hace años hay una serie de objetivos que no se cumplen. «Quizás es porque creemos que nuestros jóvenes tienen la mejor información y no siempre es así -explica su presidenta, Miren Larrazábal-. O porque muchos padres siguen instalados en aquello de ``eso lo harán otros, pero mis hijos no¿¿». La prueba más fehaciente está en las estadísticas. «Pese a todas las campañas que se han hecho, más del 50% de las relaciones son sin preservativo. Esto es inaceptable», admite Antonio Antela, vicepresidente de la sociedad Seisida. ¿Tienen suficiente información los adolescentes? Otra vez disparidad de criterios. Silvia Zurita recibió un año entero clases de educación sexual antes de llegar a la universidad. Juan Manuel Izquierdo, sólo una en seis años. Alberto Mota las ha recibido y las ha impartido. «Los de 14 años no saben mucho del tema. En los de 16 se nota mucho los que aún no han dado el cambio y los que sí. Estos últimos ya saben de todo». «Información hay de sobra -sentencia Ángel-. Hasta cuando estamos de botellón vienen a repartirnos folletos y preservativos». Aquí hay, desde luego, un cambio evidente entre una generación y otra. Para los adolescentes del «Póntelo, pónselo» aquello de «papá, mamá y el niño hablan de sexo en casa» era un mito casi tan arraigado como el de que tu padre es tu mejor amigo. Hoy la revolución en este campo va por barrios, y algunos adolescentes reconocen que las aventuras de fin de semana siguen siendo aún un asunto que, bajo ningún concepto, se aborda en las sobremesas de domingo. Para eso están los colegas y -otra novedad- ese gran amigo llamado internet. ¿Y qué pasa con el sida? Más cambios. El cartel de la campaña de 1990 era, en sí mismo, una declaración de intenciones: gonorrea, sida, hongos, hepatitis B, vaginitis, triconomas, herpes genital, sífilis, cándidas, treponemas, chancro... La idea de recitar, tal cual, la alineación de enfermedades de transmisión sexual no es casual. Su impulsora, Matilde Fernández, admite que «la campaña tenía muchos riesgos, porque había muchos tabúes que romper», pero cree que todas las críticas que recibió «sirvieron para divulgarla mejor». Es cierto que la campaña estaba dirigida también a evitar embarazos no deseados, pero las enfermedades de transmisión sexual eran el gran enemigo a derrotar. ¿Ocurre ahora lo mismo? Entre los adolescentes hay prácticamente unanimidad a la hora de responder. Nadie conoce a nadie que se haya contagiado el sida por no usar el preservativo, pero sí a alguien que se haya quedado embarazada sin desearlo (en 2007 hubo 10.000 menores, el 60% de las cuales abortó). «El sida se ve como algo muy lejano, como si fuera la peste negra», responden al unísono María y Martina. Andrea coincide con ellas: «Se están pasando por alto muchas cosas. La gente se queda sólo en el miedo a un embarazo y confían en que luego tienen la píldora del día después, pero se olvidan del riesgo de infección». El debate de la abstinencia El vicepresidente de Seisida tiene una explicación para este fenómeno. «Los nuevos tratamientos permiten una supervivencia indefinida y una mayor calidad de vida. Esto, inevitablemente, aumenta el número de personas que están afectadas y no lo saben, hasta llegar, según estadísticas de la UE, al 30%». Conclusión: «En estos 18 años se ha avanzado en el manejo de la infección y el tratamiento, pero no en la prevención. Las campañas han fracasado pero no porque estén mal hechas, sino porque el reto es difícil y han sido insuficientes». El problema, según el presidente de la plataforma «La Vida Importa», Juan Sánchez, no está en el enemigo, sino en las armas empleadas para derrotarlo. «No se puede informar de manera tergiversada y decir que la solución está en el condón -afirma-, cuando se ha demostrado que no es efectivo: la sexualidad es mucho más eso. No se trata de abstinencia sí o abstinencia no, sino de revalorizar la sexualidad para que no sea como una mercancía que se regala a cualquiera», concluye Sánchez.