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«La gente guarda silencio y se refugia en su interior»

La Razón
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- ¿Nunca tiene la tentación de dejar esta zona para vivir más tranquilo?
- No me gustaría trabajar en la iglesia de un barrio burgués. No me desanima tener que luchar contra la Camorra, sino tener que hacerlo solo. La gente guarda silencio, se refugia en su interior. Los napolitanos no ejercen su derecho de ciudadanía. Parece que lo han delegado en las instituciones, que han construido un gran sistema basado en el clientelismo y las recomendaciones. Así, la población se ha convertido en un banco de votos. En esta zona, incluso los votos se han comprado por 50 euros o por un par de zapatillas. Nápoles es una ciudad de personas que no levantan la cabeza, que se han habituado al mal. Esto es lo que más desanima, es un muro más alto que el que ha construido Israel para separarse de los palestinos. La situación además se ve empeorada por la Policía, que es corrupta y no genera confianza.
- ¿Tiene previsto hacer algo especial para Navidad?
- Desde hace años organizo una procesión por las calles y vamos por las zonas donde se vende droga. Allí rezamos, cantamos y denunciamos que la droga es sinónimo de muerte. También criticamos a la Camorra y a sus prácticas. Varias veces, los camorristas han tirado petardos para que no se oiga mi mensaje.

El «cura anti-Mafia»
Pasear por Scampia y Secondigliano con Manganiello es la mejor forma de ver el enorme aprecio que tienen los habitantes de esta deprimida zona de Nápoles por su sacerdote, que ha superado los muros de su iglesia para convertirse en un icono de la lucha contra la Camorra. De cada tres personas que nos cruzamos, al menos una lo besa, lo abraza. De 53 años, don Aniello lleva 13 al frente de la Obra Don Guanella, la escuela y parroquia que esta congregación tiene en medio de uno de los santuarios de la mafia. Valiente y apasionado, este sacerdote de origen humilde rechaza que le llamen héroe aunque admite a regañadientes el apelativo de «cura anti-Camorra». «Si por preocuparme por la situación que sufren mis vecinos y tratar de cambiarla tengo que enfrentarme a los camorristas, entonces supongo que sí soy un cura anti-Camorra», reconoce. Su empeño ya le ha costado ser amenazado de muerte por los mafiosos, para los que supone un testigo molesto y un agitador. No tiene miedo, aunque dos de sus predecesores dijeron lo mismo antes de que silenciaran su voz para siempre a tiros. Enamorado de España y del Camino de Santiago, disfruta caminando en vacaciones por espacios abiertos, la antítesis de la aglomeración del barrio donde trabaja.